Por suerte, este Mars nos llega avalado por varios flancos además de por su barriada de procedencia: en Estados Unidos lo saca el sello DFA (por más que pasen los años, Murphy y Goldsworthy no han perdido su “edge” a la hora de aumentar su catálogo con nuevos talentos); y además, Ahmed Gallab (el multi-instrumentista de origen sudanés detrás de casi todo lo que suena en los discos de Sinkane) lleva tiempo consagrado como baterista y “chico para todo” en discos y giras de bandas tan relevantes como Of Montreal, Caribou o Yeasayer (cuyo bajista también colabora en el disco que nos ocupa).

El caso es que, incluso cuando muchas de las referencias más inmediatas que nos vienen de manera inmediata a la cabeza (Parliament, el Stevie Wonder más añejo, Curtis Mayfield, y probablemente cientos de viejos casetes de bandas sudanesas) no sean lo que se dice material de revistas de tendencias en estos momentos, hay algo en la forma de trabajar ritmos y sonidos de Sinkane que les confiere un carácter totalmente acorde con los tiempos. Hasta se pueden permitir incluir –muy integrado en la mezcla, eso sí- un solo de guitarra de los que ya están prohibidos en medio de la infecciosa Makin´time. No sorprende averiguar que el responsable de dicho solo es George Lewis J.R. (Twin Shadow), otro moderno que comparte con Gallab lo de no cortarse a la hora de incluir sonidos discutibles.

En su mayor parte, Mars se baila a gusto y se pasa como un agradable suspiro, y tan solo peca de indulgente en los tres minutos del tema que le da título, una suerte de jam psicodélica en la que una flauta muy sementera navega sin rumbo en medio de un caos instrumental. Es tan solo un lapsus temporal, al que enseguida sucede Caparundi, una balada funkero-lisérgica chapurreada en el mismo castellano que suele usar Devendra Banhart, para dar un cierre digno al disco. Habrá que comprar un telescopio para seguir la pista a este chico.