A la espera de saber que nos tiene preparado Contra para este 2015 —ansiosos estamos ya—, hoy nos detenemos en la última de sus publicaciones del año pasado. La titánica Shakey, o cómo debería rezar su imaginario subtítulo, Neil Young bajo el microscopio. 944 páginas de la leyenda canadiense. Toma ya. Definitivamente, en Contra los libros publicados se conciben como obras definitivas —ahí están las referenciales Mistery Train, Nuestro Grupo Podría Ser Tu Vida, ambas del 2013, o Energy Flash, ya en 2014, para atestiguarlo—. Que afortunados somos sus lectores.

Entrando ya en materia, Shakey en realidad son dos libros. Uno, el obvio, es la mastodóntica y profunda labor biográfica-análitica de la vida y obra artística de Neil Young emprendida por el periodista Jimmy McDonough, en un ejercicio sin parangón en el género debido al minucioso, casi diría desmedido esmero —estamos ante una auténtica “labor de amor”, que no hay que confundir con idolatría— que el periodista ha puesto en la creación de esta monumental obra. Pero luego hay otra obra, quizás incluso más interesante que la propia trayectoria del canadiense. Me refiero a la historia del propio autor tratando de acometer esta hazaña de papel. Pura obsesión que, usando la inmejorable comparación que Marcos Gendre hacía unos pocos días en su certera crítica del libro, convierte a McDonough en el obsesivo protagonista de Zodiac.

Así, leemos sobre los obstáculos encontrados en sus pesquisas, sabemos de primera manos sus acuciantes dudas con respecto al proyecto y contemplamos con el devenir de las páginas como el biógrafo es incapaz de “dejarlo estar” pese a los momentos de flaqueza y crisis personal. Inquietante y fascinante a partes iguales. Y es que la publicación de Shakey es el resultado de ocho años de trabajo, de 1990 a 1998, y cuatro de batalla legal para que el libro viera la luz, luego de que Young impidiera su publicación, en los que McDonough investigó investigó sin descanso por adentrarse en el ignoto, hermético y habitualmente huraño entorno del canadiense, un círculo de complicados engranajes y pleitesías en el que Young reina, sin discusión y con frecuencia de forma inmisericorde, cambiando a los miembros de su selecto séquito a su antojo.

McDonough logra ser uno más en ese pequeño universo que gravita en torno a Young, y el lector ve cómo el periodista va ganándose una confianza, siempre algo ambigua, que se cimenta en las múltiples entrevistas que éste le concede. Pero aún más destacables son los encuentros que McDonough tiene con más de un centenar de personas, acólitos y personas próximas al canadiense, ya que a través de ellos, como si estuviéramos uniendo las piezas de un puzzle de máxima dificultad, obtenemos los fragmentos más reveladores de esta singular historia. Ahí están las entrevistas con la madre de Neil, Rassy Young, su eterno manager Elliot Roberts o su principal productor —nada menos que 17 discos juntos— David Briggs. Fiel reflejo de toda la biografía, la conversación es áspera, tensa. Del amor al odio hay apenas una frase.

Esa tensión y comezón constante explica a la perfección la siempre ambiciosa y nada complaciente carrera musical de Young, siempre dispuesto a emprender una última transformación, un nuevo reto. Pero también encaja su complicada, por no decir tortuosa, trayectoria vital, a menudo regida por el caos —fracasos amorosos, adicciones varias, su nada sencilla vida familiar—. Aristas afiladas pero complementarias para poder definir con la mayor precisión posible a este esquivo per fundamental músico-personaje-persona.

Shakey es un reto mayúsculo, debido tanto a su desmesurada extensión como a los exigentes conocimientos sobre la carrera del músico que demanda al lector, siendo una propuesta en principio sólo indicada a los fans o muy curiosos. Pero si se persevera, incluso su desaforada longitud tiene sentido. Al fin y al cabo estamos ante cuarenta años de peripecias musicales y vitales de una leyenda del rock llena de incógnitas y claroscuros. McDonough es valiente hasta la temeridad al intentar abarcarlo todo, componiendo un fresco monumental, que va de la modesta escena de Winnipeg donde comenzó su andadura, hasta el fin del pasado milenio —uno de los pocos peros que se le pueden poner a Shakey es que ya han pasado 12 años de su publicación, con lo que se nos queda esta última década en el tintero—.

Lo mejor de todo es que, tras más de 900 páginas, a uno le quedan tantas cuestiones por resolver como antes. ¿Qué sucedió en esos cuatro años de litigios entre Young y McDonough? ¿Cuáles fueron los motivos reales del músico para el bloqueo del libro? ¿Cuánto del El sueño de un hippie, la peculiar autobiografía de Young publicada por Malpaso a principios del 2014 —que ya reseñamos en Indienauta— se puede entender como respuesta a Shakey? ¿Qué piensa ahora Young de él? ¿Y McDonough del artista? Nuevas preguntas para quien, junto a Dylan, quizá sea el artista más enigmático del rock.