El castellano es un idioma más rico que el inglés, no hay duda. Pero la lengua de Shakespeare suele “sacarse de la manga“ palabras perfectas, con frecuencia fusiones de términos que encajan como un guante y suelen alumbrar vocablos inapelables, cristalinos, que se explican por sí solos y definen a la perfección lo que queríamos decir. Una me viene a la cabeza al pensar en el señor —reverencia o genuflexión por favor— Robert Forster. Es wordsmith, algo así como “artesano de la palabra”. Y estamos ante uno de los mejores. Un maestro.
El que fuera el 50% de uno de los mejores dúos compositivos de la historia del pop, los Go-Betweens, regresa con un nuevo disco tras siete años de silencio —un paréntesis en los que ha ejercido de productor de bandas como The John Steel Singers, que participan decisivamente en el álbum, afamado crítico musical y responsable del cofre recopilatorio G Stands For Go-Betweens. Volume 1-— desde The Evangelist, publicado tras la muerte de Grant McLennan en 2008. Songs To Play nos devuelve al bardo australiano en perfecta forma, con una decena de canciones algo ecléctica estilísticamente pero siempre con el buen hacer característico de quien ha creado algunas de las canciones más memorables de eso que denominamos pop. De hecho, posiblemente estamos ante el álbum más cercano al sonido de su legendaria banda. Lo sé, palabras mayores.
Songs To Play se abre con Learn To Burn, una magnífica declaración de intenciones, un “he vuelto” lleno de energía con un medio tiempo de ecos de blues-rock —el límpido ritmo de la guitarra es retro retro—, en el que violín de Karin Baumler brilla con luz propia y en el que Forster se despacha a gusto —»Time’s a sequence and you wait for changes. Problem is you know I’ve got no patience. «El tiempo es una secuencia y esperas los cambios. El problema, ya sabes, es que no tengo paciencia»—. Menudo crack.
También desenfadada y ligera, pop con aires “americanos”, aparece Let Me Imagine You, romántica e incisivamente irónica —ese enorme y sabio “Please don’t twitter/Let me imagine you”— marca de la de casa, demostrando que el ADN de los Go-Betweens sigue bien presente. Algo fácilmente constatable nuevamente en la crepuscular, salida de un western, Songwriters On The Run, cantada a dos voces entre Baumler y Forster, y que, por contraste, nos cuenta una historia, con bastante retranca y agudo sentido del humor, en la que los pistoleros/fugitivos son en realidad músicos.
A continuación nos encontramos con And I Knew, folk frágil, de distancias cortas y pocas sorpresas que se sitúa en un peldaño inferior dentro de Songs To Play. Poco importa, ya que rápidamente llegamos a la que, de momento, es la joya de la corona para un servidor, A Poet Walks, una absoluta maravilla. Forster pronuncia cada palabra —una fascinante epopeya acerca del escritor y su creatividad— como si no hubiera mañana, la guitarra repitiendo obedientemente una insidiosa melodía que acompaña el ritmo de la batería, esperando la arremetida que primero llega en forma de épicas notas de piano y luego, majestuosamente, en una auténtica tromba cortesía de una sección de viento que suena a los Love por los cuatro costados, y a la que se suma el impetuoso violín de Baumler. Mozz lleva alguna década que otra sin ofrecernos una canción de este calibre.
Otro ritmo jovial, de aires cuasi tropicales, anuncia I’m So Happy For You, un tema engañoso, ya que dicho arranque no hace presagiar la dimensión y la ampulosidad que va adquiriendo a medida que avanza, acumulando matices al mismo tiempo que otros instrumentos se adueñan del tema, especialmente ese teclado que asoma sin ambages hacia el final, junto al omnipresente violín de Baumler y la sencilla pero indiscutible potencia de su estribillo.
Las pulsaciones se ralentizan en Love Is Where It Is, donde Forster abraza la bossa nova y traza una melodía sin sobresaltos, pura cadencia, acompañada por los sugerentes “parara” de Baumler y el distante compás de la percusión. Igualmente delicada, pero marcada por la marcialidad de la batería y el tono elegíaco, con esos coros gospelianos y la sutileza de violín, contrabajo y piano, Turn On The Rain es una preciosidad en tonos sepia. Seguro que Nick Cave la aprueba.
Precisamente, entre el “cuervo” australiano —esa vacilona manera de cantar, ese desgarro vocal en el minuto 2:45, antes de que la canción se despida con un simpático ritmo de guitarra— y el añorado Lou Reed —esos “dududu” rememorando el mítico Walk on the Wild Side— anda el siguiente tema, Love Myself (And I Always Have), aparentemente egocéntrico, en realidad divertida, socarrona mirada a uno mismo. Robert Forster meets Oscar Wilde.
En cambio, Disaster In Motion es la encargada de cerrar el disco en un tono algo más sombrío, volviendo al folk-pop, por supuesto elegante, pero tenso y entre brumas, a las que contribuyen esos círculos concéntricos que guitarras y teclados van tejiendo. Épica contenida para poner un excelente epitafio a un trabajo grande, a la altura de un artista indispensable y plenamente vigente. Tremendo alegrón para empezar la temporada. Maestro, bienvenido de nuevo. Gracias por otra apasionante lección.
Robert Forster presenta Songs To Pay
13.01.2016 – El Sol, Madrid – Ant > Ticketea / Codetickets
14.01.2016 – La [2] de Apolo, Barcelona – Ant > Ticketea / Codetickets
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