Escuchando el otro día el primer disco de Depeche Mode, caí en lo bien que había envejecido, y en lo actuales que sonaban algunas de sus bases y melodías de sintetizador. Algo que pasa con prácticamente todas las bandas de synth-pop de la época, y que supongo que será porque es una música de la que se sigue tirando constantemente. Por supuesto, aunque llegaron un poco más tarde, Pet Shop Boys son una de esas bandas. El dúo formado por Neil Tennant y Chris Lowe, vivió sus mejores momentos en los ochenta y noventa, pero no han bajado la guardia en todo lo que llevamos de siglo. Y siguen sin hacerlo ahora, con el que es su trabajo número catorce.
“Hotspot” es un disco más variado y rico en matices que “Electric” y “Super”, los dos trabajos que, junto con este, forman la trilogía producida por Stuart Price. Aquí hay tiempo para el pop bailable, pero también para las baladas introspectivas, y para su lado juguetón. Porque, esa canción final llamada ‘Wedding in Berlin’, donde tienen ningún reparo en acompañar la marcha nupcial de Mendelssohn con ritmos house, es un entretenimiento que el dúo londinense se ha permitido para este trabajo. Algo que no deja de ser un punto para ellos, porque siempre se han tomado su carrera con mucha ironía, y está bien que, cuatro décadas después, lo sigan haciendo.
Grabado en los estudios Hansa de Berlín, de donde salieron álbumes como el “Low” de Bowie, o el “Achtung Baby” de U2, estamos ante el que se podría llamar el disco alemán de los Pet Shop Boys. Evidentemente, no es una obra tan magna como esas dos, pero sí que cuenta con unas cuantas referencias a la capital alemana. Ahí está ‘Will-o-the-wisp’ el hipnótico y bailongo tema inicial, donde, con unos teclados, y unos ritmos synth-pop, nos cuentan una historia de atracción gay en el metro de Berlín. Igual de ochenteros siguen en ‘Happy people’, que casi se podría decir que es su ‘Let To My Own Devices’ del Siglo XXI. Eso sí, a pesar de su tono de resignación, aquí estamos ante lo que parece una canción feliz (“Happy people /Living in a sad world”). Y es que, con ellos, es difícil no olvidarse de todo y tener algunos momentos de felicidad. Otros temas del disco, como ‘Dreamland’ o ‘Monkey business’, dan para ello. Tanto por sus letras -esperanzadora y épica la primera, irónica la segunda-, como por sus ritmos bailongos.
La otra mitad del disco está ocupada por las baladas. Y, para ser sincero, no hay motivos para el miedo. Están bien en casi todas ellas. Vale que ‘You are the one’ sea un cumulo de clichés sobre la ciudad alemana, pero, su sedosa delicadeza, funciona. Como también funcionan los teclados propios de los ochenta en la preciosa y emocionante ‘Hoping for a miracle’, o la guitarra de Bernard Butler (ex-Suede), en la introspectiva ‘Burning the heather’. Y si ya nos vamos a ‘Only the dark’, nos encontramos con la que podría ser su balada más comercial en años, y otra delicia.
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