Convertido en una sensación en su Belgia natal y en determinados a lo largo de la geografía europea, desde los Países Bajos hasta Turquía, Max Colombie (A.K.A. Oscar and the Wolf) refrenda su propuesta de electro-pop sensual y sudoroso con este segundo disco, publicado tres años después del celebrado debut, y cinco años después de las primeras grabaciones que le pusieron en el mapa.

Su nuevo asalto no yerra en un tiro apuntado a consolidar posiciones y, sobre todo, crecer allá donde todavía su influjo no es tan masivo. Son doce canciones de factura impecable y de muy variado carácter, lo que garantiza una escucha intensa y entretenida desde el comienzo hasta el fin. Asistido de nuevo por el músico y productor Leo Abrahams, Colombie trabaja una electrónica limpia en la que caben ramalazos de teclados con la suficiente garra como para evitar la caída en lo anodino. Sirva como ejemplo Susato, que sale airosa de un osado jugueteo con ambientes orientales y exóticos que en manos de alguien como Sting podrían haber sido armas de destrucción masiva.

La sexualidad tiene un papel importante en la propuesta de Colombie, quien ha llegado a describir sus canciones como “música Disney para adultos”. Así, predominan en el disco las canciones de bajos instintos, tanto en las letras como en lo musical. Exotic coquetea con el dub, en un tipo de canción oscura y sugerente que termina perfeccionando un poco más adelante con la fantástica Pretty Infinity, donde destaca una melodía casi-hablada muy en la onda del Prince de la época de Purple Rain. Otras piezas, como Chevrolet, tienen en su ADN algo de las mejores baladas de R´n´B, del mismo palo rescatado con éxito por Bruno Mars en 24K Magic. Puro morbo, vamos.

Los videoclips de Oscar and the Wolf, que le han convertido también en un icono de la moda y del movimiento LGTB, también se suman a esa tendencia, y eso que no es que posea una voz especialmente sedosa (comparado con otro “rey de la música para la cama” como The Weeknd, por ejemplo), sino más bien nasal y metálic. Sus limitaciones tan bien empleadas acaban siendo un plus para quienes buscamos algo de personalidad y originalidad en cada cosa que nos llevamos al oído.

La apuesta por lo bailable es un poco limitada y queda reservada para el tramo final del disco, donde podemos encontrar cuando ya casi ni lo esperamos el single Breathing. Y es una pena, porque en este terreno también se mueve Colombie con elegancia y solvencia, entre el sonido disco retro y el EDM, con muchos puntos en común con Roosevelt (y no sólo lo digo porque el ambos tengan sendas canciones llamadas Fever que encajan perfectamente la una tras la otra).