8.1Score
Final Verdict
Orville Peck consigue dar con una colección de canciones brillante en ‘Bronco’, un segundo trabajo más coherente que su debut, y toda una prueba de que, tras esa mascara, hay un gran artista.
En un principio, la propuesta de Orville Peck podría ser un tanto contradictoria. Y es que, por un lado, asegura que el hecho de ser gay no supone algo importante en su música y su carrera. Sin embargo, por el otro, no para de explotar una imagen de icono queer que, ciertamente, le ha venido muy bien. Algo con lo que quiere romper esas barreras tan tradicionales con las que cuenta una escena como la del country. Unas barreras que, por cierto, ya empezó a romper K.D. Lang hace más de treinta años. Pero, a su vez, sus canciones, están llenas de los clichés con los que cuenta este tipo de música. Lo que nos lleva a lo interesante de su propuesta, ya que, al final, no tiene necesidad irse a lo fácil y de hacer letras abiertamente gais para romper ese techo.
‘Bronco’ es otro disco que nace de la pandemia. Unos días en los que el artista sudafricano afincando en Canadá lo pasó bastante mal. De hecho, sufrió una depresión y llegó a tener pensamientos suicidas por primera vez en su vida. Afortunadamente, la cosa no pasó de ahí y consiguió que este nuevo proyecto le sacara de ese abismo. Quizá, por eso, estamos ante una colección de temas mucho más completa que su debut, al que le faltaba un poco de gancho más allá de los singles. Además, también ha conseguido hacerse con unos cuantos hits incontestables. Ahí está esa joya tan Roy Orbison llamada “C’mon Baby, Cry”, en la que, por cierto, habla de la masculinidad toxica y anima a llorar los hombres. O ese derroche de épica que suponen “Daytona Sand” y “Bronco”. Además del punto juguetón que tienen “Lafayette” y “Any Turn”.
Otro de los puntos fuertes que este álbum es su instrumentación. La alianza entre la banda de indie-rock FRIGS y Orville Peck funciona a la perfección. Y eso es algo que se nota bastante en los temas más tranquilos. Que, por cierto, son unos cuantos. Así, deja que sus canciones vayan cogiendo fuerza poco a poco y terminen con algún que otro derroche de épica. Algo que le funciona muy bien en la estupenda “Kalahari Down” o en la imponente “Trample Out the Days”. Y es que, esa voz potente que tiene se ajusta como anillo al dedo a este tipo de canción. Pero también a los más momentos más íntimos, como en “The Curse of the Blackened Eye”, una canción sobre los abusos que cuenta con una instrumentación de lo más minimalista. O en cuando se va a lo fácil y se hace con todo un temón de country-pop como “Outta Time”.
Orville Peck está muy seguro de estas canciones. Y la prueba es que buena parte de su tramo final está formado por temas íntimos y mayormente reposados. Pero lo bueno es que consigue que también sea un tramo bastante entretenido. Y lo hace gracias a canciones como “Hexie Mountais” y “City of Gold”, que, a pesar de no contar con muchos efectismos, tienen pegada. Además, se saca de la manga todo un baladón al piano, y con bien de cuerdas, llamado “Let Me Drown”, el cual tiene toda la pinta de que se va a convertir en uno de los grandes momentos de sus próximos conciertos. Y para cerrar, nada mejor que recurrir a la voz de Bria Salmena, la cantante de Frigs, y entregar una maravillosa “All I Can Say”. La cual, por cierto, recuerda un poco a Mazzy Star. Y eso siempre es bueno.
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