“Si diciembre del 2016 fue útil para algo, fue para escribir canciones”. Así cuenta Will Sheff el efecto que el resultado de las elecciones presidenciales norteamericanas tuvo en el proceso creativo que culminó en las 10 canciones del noveno disco de sus Okkervil River. Curiosamente, aunque cabe imaginar que Sheff no se contaba entre los que celebraron la victoria de Trump, las canciones que de ahí salieron están lejos de la agonía que, por ejemplo, impregnaba gran parte del último disco de Poliça. Ni siquiera encontramos los tonos oscuros de la anterior obra de Sheff, el celebrado “Away”. La intención era celebrar la vida y nuestra capacidad de superar los embates más duros. Si para eso toca dedicarle una canción a las traqueotomías de algunas celebridades (‘Famous Tracheotomies’), pues que así sea.
Ese tema, por cierto, es el que nos da la bienvenida al disco y, sorprendentemente, acaba siendo uno de los momentos donde todas las intenciones de Sheff consiguen dar en la diana. En una curiosa mezcla de drama confesional y lección histórica, Sheff va dando cuenta de cómo personalidades como Mary Wells, Dylan Thomas, Gary Coleman o él mismo lidiaron con sus traqueotomías. El culmen emocional llega en la última estrofa, en la que toca hablar de la estancia hospitalaria de un jovencito Ray Davies, con vistas a Waterloo desde su habitación, y de cómo ese suceso, años más tarde, le sirvió de inspiración para una canción. Que no llegue a decir el nombre de la canción, pero que sobre la marcha el sintetizador dibuje la melodía de la eterna ‘Waterloo Sunset’, da forma a uno de esos momentos mágicos tan complejos de racionalizar.
Esa cota no vuelve a ser alcanzada durante el disco, lo que no quita que sea en conjunto una obra repleta de grandes alicientes (‘Don´t Move Back to L.A.’, la folkie ‘External Actor’ o la exuberante ‘The Dream and the Light’ son mis favoritas personales), con una nueva formación de Okkervil River que se muestra en plena forma a la hora de construir un entramado musical con cierto regusto ochentero, pero molón, muy en la onda de lo que lleva un tiempo legitimando The War on Drugs, o de lo que Destroyer hizo con “Kaputt” (sí, aquí también hay cajas de ritmos conviviendo con baterías atronadoras y saxos rozando el límite del bien y del mal).
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