Fue Godard quien dijo que para hacer una película no hace falta más que una pistola y una chica; y eso es lo que ha hecho Lars Von Trier, una buena película con chica y pistola.

El incómodo genio después de una enorme y efectista campaña de promoción que se alargó durante meses de lo que iba a ser su película más provocativa, más explícita (“¡¡¡¡la PORNO de Lars Von Trier!!!!), nos ha entregado (en España dividida en dos partes por elección de la distribuidora) lo que no es más que la continuación lógica y coherente en la carrera de un autor único que se empeña en seguir molestando a los que le toman demasiado en serio.

Nymphomaniac” no es una película sobre sexo, ni sexualidad, ni tan siquiera de adicciones, es una vuelta de tuerca más al discurso que comenzó con “Anticristo” y del que no se va a apear.

Nymphomaniac “es pura y dura apología de la misantropía.

En el cine de Lars la humanidad se divide en dos, los hombres que son estúpidos y las mujeres que son la encarnación del mal.

Su disertación sobre la sexualidad no podía ser de otra manera.

El sexo es la excusa, el motor que mueve los impulsos, deseos y necesidades de unos seres condenados al no entendimiento. (Es también el Sexo el tema con el que conseguir que el público acuda en masa a las salas, si de algo no peca Lars es de tonto).

Porque de eso trata “Nymphomaniac” principalmente, de dos personas conversando, cada cual a su tema, creyendo que se están entendiendo, cuando para Lars Von Trier el entendimiento entre géneros opuestos es imposible.

Joe (Charlotte Gainsbourg) narra su vida, la historia de su adicción al sexo a modo de capítulos (como en todas y cada una de las películas de su filmografía), como si fueran una versión posmoderna de Los cuentos de Canterbury” de Chaucer mientras Seligman (Stellan Skarsgård) escucha y diserta sobre la narración aportando su elocuencia y saber, él es un erudito y además como llega a decir en cierto momento, un inocente.

Pero es esa narración, ese detallado y explícito “Libro del buen amor” (aunque no tan explícito como esperábamos), relato de las aventuras y desventuras de esta ninfómana (que de joven es interpretada por una recién descubierta Stacy Martin ) lo que transforma a Seligman;  que de ser un hombre inocente pasa a ser un hombre estúpido. Porque otra de las lecturas que se podrían sacar del film es esa, que es “la mujer” la que hace estúpido al “hombre”.

Entre medias, momentos de absoluta genialidad y disfrute cinematográfico (marca de la casa 100% Lars Von Trier), como son las secuencias de la rana, del juego del tren, de la polifonía (maravillosa, sin duda, cénit de la película), la mujer despechada (con una recuperada y divertidísima  Uma Thurman), las visiones místicas o la del pato silencioso.

Auténticos hitos en la obra del danés para el deleite de los fans de la mala baba y de las en ocasiones, rocambolescas teorías delirantes a las que llega la cabeza del siempre malpensante y ácido Lars.

Múltiples lecturas se pueden sacar de cada uno de esos momentos y complejas discusiones se pueden plantear incluso ante determinadas momentos políticamente incorrectos tan del gusto de este provocador nato (como por ejemplo la secuencia del pedófilo recompensado).

Pero es el momento del auto plagio, la secuencia copiada “exactamente tal cual” del inicio de “Anticristo” en la que un niño se acerca a un balcón, junto con la dedicatoria en los títulos de crédito a Tarkovski (las dos películas están dedicadas a su memoria) donde encontramos los puntos en común y que nos conducen a una misma lectura totalmente misógina en el desenlace con esa atronadora frase final.

Así que señores, señoras, si, Lars Von Trier es misógino por si no les ha quedado claro y no se piensa “bajar de la burra”, pero es un cineasta “como la copa de un pino”.

No le tomen demasiado en serio y disfruten de “Nymphomaniac”, porque es una película hecha para disfrutar.