No sé si en la realidad existen los finales felices pero está claro que Xavier Rousseuau (Roman Duris), protagonista de la trilogía de Cédric Klapisch iniciada con ‘L’auberge espagnol’ (Una casa de locos, 2002), continuada con‘Les poupées russes’ (Las muñecas rusas, 2005) y rematada en esta ‘Casse-tete chinois’ (Nueva vida en Nueva York, 2014), es lo que busca y por lo que lucha a lo largo de los tres films ambientados en Barcelona, San Petersburgo y Nueva York.
“La gente va del punto A al punto B. Yo voy en muchas direcciones” nos dice nada más comenzar la película la voz en off de este escritor que en esta ocasión tiene que viajar a Estados Unidos para compartir la custodia de sus hijos con su ex-mujer (Kelly Reilly). Allí convivirá con su amiga de toda la vida (Cecile De France) que por fin ha asentado cabeza junto con otra mujer y se reencontrará con su primer amor (Audrey Tautou).
Este, en principio último capítulo de las aventuras y desventuras de este simpático personaje al que conocimos haciendo un Erasmus en Barcelona hace más de una década, supone el desenlace en esta odisea que va de la juventud a la madurez.
Con un tono amable y desenfadado, Klapisch, vuelve a construir una comedia de enredo con un tono muy peculiar que no ha variado a lo largo de la trilogía.
Irregular (como las dos entregas anteriores) aunque entretenida, la película se construye como un rompecabezas que arranca más de una sonrisa y funciona a la perfección como un pasatiempo más que aceptable en estos tiempos en los que a veces es tan difícil encontrar una comedia que cumpla realmente su función que es, por supuesto, hacernos reír.
Para los que busquéis pasar un rato más que entretenido, salir del Cine con buen sabor de boca y una sonrisa en la cara, esta es vuestra película, no lo dudéis.