Cuando recibí en casa el cuarto disco de Nistal no supe muy bien cómo tomármelo. El cd venía dentro de un recipiente de comida congelada, listo para meter en el microondas. Incluso traía cubiertos y un mantel. Todo eso me desconcertó. Francamente, pensé que tanta presentación escondería un disco poco interesante. No podía estar más equivocado y es que no es bueno dejarse guiar por las primeras impresiones. Nada más que comenzaron a sonar las primeras líneas de “Corazón cicatriz”, me di cuenta de que estaba ante un disco universal.

No Es Fácil Ser Hombre (Astro, 2013) es un disco transparente, concebido con una gran carga de fragilidad emocional, en el que Nistal aprovecha para exorcizar sus demonios. Uno de los mayores terrores del siglo XXI es el del miedo a quedarse congelado en vida. Resulta duro mantenerse fresco e ir creciendo día a día, sin hipotecar nuestro futuro bajo las exigencias de la modernidad. Fuera disfraces, digamos lo que nos duele, no ocultemos nuestra fragilidad. Es duro vivir. Es duro amar. Es duro ser abandonado y sobreponerse. De todo esto habla magistralmente No Es Fácil Ser Hombre.

Con un discurso mayoritariamente acústico, No Es Fácil Ser Hombre tiene pasajes realmente geniales y en sus ocho canciones suenan ecos de Eels, Sparklehorse, Espaldamaceta, Chris Brokaw o Julio de la Rosa, cantautores de miserias humanas de una gran crudeza. Con colaboraciones de lujo, como el norteamericano Israel Nebeker de Blind Pilot, Ruben Pozo de Pereza o los portugueses Plastica, Nistal continúa su ascenso hacia las cumbres del pop, mientras baja a los infiernos de la condición humana para su posterior salvación. Sacrificio y redención, conceptos judeocristianos que Nistal traslada sabiamente al amor/desamor.

Superando recuerdo y nostalgia con grandes dosis de humor, claudicamos ante el ingenio de Nistal: no es fácil ser hombre y hace falta ser muy hombre para reconocerlo.