El show formaba parte de la Uptown Sunday Night, una noche dedicada a la música disco en la que el concierto de Chic era el espectáculo estrella. Por supuesto, no hay mejor sitio en todo Madrid para hacer esta fiesta que la sala Kapital, ya que la megadiscoteca de Atocha se presta a este tipo de música y, además, tiene un excelente sonido –una lástima que los precios de las bebidas sean desorbitados –.

Hay que decir que Nile Rodgers no hace conciertos de Chic al uso; lo suyo es un repaso por toda su carrera, ya sea como productor de mega-éxitos de los ochenta, o como creador de una de las mejores colecciones de disco y funk que se recuerdan. Y esto es precisamente lo que hizo en Madrid: un espectáculo para bailar y pasar uno de los mejores ratos posibles, tanto en el escenario como en la pista.

Apoyado en una excelente banda en la que destacaban unas guapas cantantes y un bajista de lo más cachondo, salió al escenario Nile Rodgers dispuesto a revivir toda una época a base de contagiosos ritmos funky y disco. Como no podía ser de otra manera, el concierto tenía que empezar con un gran hit, y la elegida fue la tremenda Everybody Dance, que puso la sala patas arriba a las primeras de cambio. Ya con el público rendido a sus pies, fue desgranando todos los éxitos de su carrera con una maestría y una simpatía envidiables. Hubo homenajes a su ya fallecido compañero de banda, Bernard Edwards, al que dedicó I Want Your Love –impresionante el chorro de voz de una de las cantantes–; un medley con los grandes éxitos de Diana Ross y las Sister Sledge en el que cayeron I’m Coming Out, Upside Down, Greatest Dancer y We Are Family, y otro en el que fusionó su Soup For One con el Lady de Modjo –esto de tocar canciones en las que han sampleado sus temas, le gusta bastante–. Pero lo mejor estaba por llegar.

Como ya hemos comentado antes, el neoyorquino es uno de los productores con más éxito de los ochenta, y como bien dijo antes de acometer el Let’s Dance de David Bowie, el Duque Blanco nunca había tenido un nº1 hasta que llego él. También fue el culpable de que Madonna vendiese 25 millones de discos de Like a Virgin y, por supuesto, pudimos disfrutar de una versión de dicha canción cantada por una de sus chicas –Ciccone no la ha cantado así jamás–. Y después de esos grandes temas llegaron sus dos mayores hits: Le Freak (en ésta subió a unas cuantas chicas al escenario) y Good Times (por supuesto, cayó el Rapper’s Delight de The Sugarhill Gang), que son también dos de los mayores éxitos de la música disco. La gente se volvió loca en ese momento, que fue aderezado con lluvia de confeti y la banda interactuando con el público.

Fue imposible no acabar enamorándose de ellos y de su música, ya que además son todo un ejemplo de humildad –Nile Rodgers terminó el concierto dando la mano a la gente de las primeras filas, y en la hora y media de concierto no borraron su sonrisa–, y de saber estar encima de un escenario. Como bien dijo un amigo a la salida, es uno de esos conciertos que gustan a todo el mundo, independientemente del tipo de música que escuches

Fotos: Fernando Curto

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