¿Qué queréis que os diga? A mí, Alexander Payne siempre se me queda corto. Me parece que es uno de los directores más sobrevalorados de la actualidad.  Sus películas son aburridas y Nebraska no iba a ser menos.

A pesar de contar con una fotografía en Blanco y Negro muy trabajada y elegante de Phedon Papamichael y un destacable score compuesto por Mark Orton, el director de “Entre copas” nos sigue dando más de lo mismo, es decir NADA.

Toda su filmografía se basa en la nimiedad, en una insulsa melancolía almibarada.

Nos encontramos ante otra “road movie” (de las que reniega pero no deja de hacerlas) en la que los  personajes retoman lazos familiares perdidos. Una vez más estamos ante “esa película Indie” que hemos visto ya mil veces.

Con un correcto pero tampoco abrumador Bruce Dern que ganó el premio a la mejor interpretación masculina en el pasado festival de Cannes por esta película, Payne realiza un film estéticamente hermoso pero conceptualmente vacío.

Muy cercana en planteamiento a “Una historia verdadera” de David Lynch, el viaje de este abuelo gruñón para cobrar un millón de dólares supuestamente ganado hasta Nebraska se convierte al final en un acercamiento a sus seres queridos más cercanos (sus hijos interpretados por Will Forte y Bob Odenkirk)  y una especie de venganza respecto al pasado a modo de desaborido corte de mangas.

Todo está abocetado, los personajes no quedan bien definidos y nunca pasa nada, solo nos enseña su aburrido viaje a través de hermosos y decadentes lugares para alcanzar su recompensa.

Al final, cierto tufo a moralina barata recubre, como siempre, una película más del señor Alexander Payne que en esta ocasión está nominado a 6 estatuillas de la Academia.