Máximo Ruiz Ferrer fue un adelantado a su tiempo, un espíritu intrépido, el primer hipster de la historia, catador de chicles ocasional, estudioso de la antigravedad y un importante viajero del tiempo nacido en el siglo XXII.

Por si no ha quedado lo suficientemente claro, Ruiz Ferrer es quien uno quiera, o más concretamente, quien los fans de Napoleón Solo quisieron que fuera a través del hashtag #quienesinventatelo. Bajo la influencia de esta biografía inventada, dieron forma a un disco que era poco más que un puñado de acordes en el momento en el que entraron en el estudio.

Que de la nada acabasen dando forma a su disco más original y elaborado (y eso en este singular grupo ya es decir) es la demostración de que su prometedor talento ya ha llegado a un grado de madurez que les confirma como una de las propuestas más reivindicables del panorama nacional.

Han relajado tempos, han engordado su sonido y han dado entrada a saludables ramalazos de sonidos sintetizados que danzan alegremente con los arreglos eléctricos. Napoleón Solo ya han llegado a ese sitio al que grupos como los Piratas tan solo legaron a apuntar: una meseta creativa propia que combina el espíritu intrépido de las mejores formaciones indies, y el acabado impoluto en ejecución y producción de las producciones más accesibles. Ese territorio siempre ha sido peligrosa tierra de nadie en un país como España, pero esta vez cabría desear que las estrellas se alineasen para poder ver a esta banda granadina en posiciones parecidas a las que ocupan Vetusta Morla o Love of Lesbian.

Parece que en México se les está acogiendo con más entusiasmo que en su tierra, y eso me ha llevado a identificar que hay en ellos muchos paralelismos con mis adorados Café Tacvba. Es más, al igual que los mejicanos han reinventado rancheras y otros cánticos tradicionales a través de su peculiar filtro pop, Napoleón Solo han aprendido a incorporar en sus composiciones influencias desacomplejadas del folclore cañí, desde el flamenco hasta otros géneros chicos, con resultados sorprendentes (destaca Emilia y Pepe, que suena como si Ziggy Stardust hubiese aterrizado en La Mancha del Quijote).

Gran disco; sin duda Máximo Ruiz Ferrer habría estado orgulloso.