La prestigiosa estela de Manta Ray, donde Nacho Álvarez residió como bajista durante 16 años, ejerce de tarjeta de presentación de su nuevo proyecto en casi-solitario, aunque sirve más bien poco para hacernos una idea de lo que nos aguarda. Si acaso, podríamos usar como referencia algunos de los recorridos trazados por el también ex-Manta Ray Nacho Vegas en su carrera, aunque Nacho Álvarez se antoja mucho más lúgubre y teatral que su viejo compañero de batallas.
Cuchillo, tijera, ojo de buey es una hermosa rareza en nuestra escena musical. Ya gozamos de algún que otro cantautor (llamémosles así, a falta de términos más específicos) afiliado al malditismo, pero ninguno había opositado al rol de Tom Waits cañí con la efectividad que lo hace Álvarez en este trabajo (en las canciones El mercader y en La serpiente la cosa llega casi a mimetismo milimétrico). Lo bueno es que por el camino entran en juego otros condicionantes culturales, amén de rasgos intransferibles de la personalidad de Álvarez, que otorgan voz propia al trabajo en su conjunto, sin que la alargada sombra del maestro Waits nos estropee la experiencia.
El bolero pervertido llamado Bendición, susurrado con malicia y adornado por la guitarra “twang” de Marcos Montoto, nos adentra en un peculiar mundo de realismo mágico y referencias religiosas que se va a ir repitiendo a lo largo de todo el disco, a veces repitiendo aposta algunos lugares y personajes, transmitiéndonos la idea de estar leyendo capítulos saltados de una misma novela, o fragmentos de una misma película (de hecho, estamos avisados de que Ramón Lluis Bande anda preparando un filme basado en cuatro de estas canciones).
Álvarez se mueve entre la poesía la narración de cuentos (Juan Martín) y la encarnación de diferentes personajes, todos ellos tan temibles como atrayentes, erigiéndose en ocasiones como una especie de juez final ante el que algún día tendrán que rendir cuentas los responsables y beneficiados de haber “absuelto la codicia”.
El edén parte de un punto circense para descargar al final de su estribillo un vals destinado a las “almas desahuciadas por la santa autoridad”. Ciertamente, estamos ante una parada de los monstruos cargada de sugerente encanto.
Llegamos a las delicadas atmósferas de Los elegidos y su vibráfono hipnotizante. Cabe llenarse de orgullo al comprobar cómo este tipo de sensaciones no son patrimonio exclusivo de los Bad Seeds de Nick Cave. Por no hablar de ese Que te va a llevar el viento, que suena a las canciones que hacía Leonard Cohen cuando se contentaba con empuñar una guitarra acústica para defenderlas.
Enhorabuena a Nacho Álvarez y a ese Cuarteto Bendición que viste a su medida cada una de las cinco piezas de este puzzle. Ahora solo hace falta que encuentren el público dispuesto a otorgarle al disco la escucha atenta que merece. ¡Animaos, pecadores, que si no os las veréis con “el mercader”!
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