Emoción sintética
Hay que decir que lo de Molly Nilsson tiene bastante mérito. La artista sueca, afincada en Berlín, es todo un ejemplo de autosuficiencia en la industria musical. Y no solo porque prácticamente haga todo ella sola, también porque siempre ha ido en contra de las reglas establecidas por esa industria musical. Como ejemplo tenemos su rechazo a Spotify, una plataforma en la que, hasta hace poco, no encontrabas sus discos. Y esa independencia es la que la lleva a actuar sin banda y de la forma más austera posible. Algo que, en un principio, descoloca, pero que termina funcionando. Y una vez más, lo hemos podido comprobar en la que ha sido su última visita a Madrid.
Al contrario que otros artistas que sí han hecho algunos conciertos en los últimos años, Molly Nilsson llevaba sin salir de gira desde antes de la pandemia. Un tiempo que ha aprovechado para componer y grabar las canciones de ‘Extreme’, su estupendo último trabajo, y el protagonista de la primera parte de su concierto. Un disco que, entre comentario y comentario -llego a preguntar si conocíamos esa caspa de bar llamado Toni 2-, casi cayó entero y en orden. Lo que hizo el concierto bastante ameno desde el principio, porque se podría decir que es su álbum más ecléctico.
Si abres con un tema tan potente como “Absolute Power”, es fácil que te metas al público en el bolsillo a las primeras cambio. Esa fuerza guitarrera que tiene la canción es absolutamente irresistible. Además, le va muy bien a su synth-pop oscuro. Algo que se pudo comprobar un poco más tarde, cuando nos dejó ese arrebato punk llamado “They Will Pay”, el cual, al parecer, está dedicado a la gente que odia. Pero entre medias también pudimos bailar con el delicado pop electrónico de “Earth Girls” y “Fearless Like a Child”; disfrutar de la ironía de “Sweet Smell of Success”; del arrebato jungle de “Obnoxiously Talented”, y de esa delicia retro para bailar agarrado llamada “Take Me to Your Leader”. Aunque lo mejor de esta parte llegó con “Pompeii”, todo un himno dance que hizo moverse a toda la sala MON.
Como era de esperar, la segunda parte del concierto estuvo representada por algunas de las canciones más famosas de su carrera. Lo que hace que te des cuenta de la cantidad de buenos temas con los que cuenta la artista sueca. Y es que, fueron unos 45 minutos en los que nos iba dejando un hit detrás de otro. Temas como “A Slice of Lemon”, o lo que es lo mismo: la canción por la que Beach House matarían, o “1995” y “Mountain Time”, que representan ese lado más intimo con el que Nilsson consigue emocionar con suma facilidad. Aunque claro, el broche de oro lo puso “I Hope You Die”, el que es su gran éxito, y la canción con la que se despidió.
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