Tras unos problemas técnicos con el juego de luces (que se solucionaron no utilizándolas e iluminando por completo el escenario), Mick Harvey (con su guitarra, aunque luego nos mostraría su destreza con los bongos) iniciaba su concierto en la madrileña sala Moby Dick con «The Ticket Puncher«. La primera de las adaptaciones de temas de su admirado Serge Gainsbourg con las que nos amenizó la velada (buen humor y bromas, tanto con el público como con sus compañeros de grupo, incluidas).
Para la ocasión vino acompanado de James Johnston (lider de Gallon Drunk y miembro, al igual que Mick, de la actual banda que acompaña en directo a PJ Harvey) al órgano, Yoyo Röhm al bajo, Toby Dammit (que ha tocado entre otros con Iggy Pop and The Stooges y con Nick Cave) a la batería, y (en un gesto que podíamos considerar de alguna manera «muy Gainsbourg») Xanthe Waite (australiana con indudable aire de lolita) a la voz y la guitarra. Por si tan ilustres músicos no fueran suficiente, un cuarteto de cuerda aportó un toque sofisticado y elegante a algunos de los temas.
Su último trabajo («Intoxicated Women») es ya el cuarto disco que Harvey dedica a adaptar temas de este francés universal, esta vez centrado en canciones que compuso para algunas de las mujeres de las que se supo rodear. El repertorio elegido fue una mezcla de temas pertenecientes a los citados cuatro discos de versiones, no limitandose a los temas más conocidos sino incluyendo también canciones que sorprendieron incluso a los más conocedores del cancionero de Gainsbourg.
No faltaron las odas a los icónos de la Ámerica moderna («New York USA», «Harley Davidson»), las percusiones exóticas («Coffee Colour»), las canciones que ya forman parte del subconsciente colectivo de varias generaciones («Bonnie and Clyde», «Puppet of Wax, Puppet of Song»), el ultra conocido «Je t’aime… moi non plus» (cantada en alemán y rebautizada como «Ich liebe dich… ich dich auch nicht»), y acabaron tocando «J’envisage» (un tema que popularizó Alain Bashung a principios de los 80) con un Harvey sacándole a su guitarra todo el ruido posible.
La gran baza de Mick Harvey a la hora de enfrentarse al legado de Serge Gainsbourg es ser respetuoso sin caer en la burda imitación, y además evitar la parodia en la que algunos artistas se ven inmersos cuando interpretan alguna de las canciones del galo.
Toda una lección de clase y savoir-faire.
Fotos: Belén Purroy
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