The last dance ha sido, indiscutiblemente —y, como obseso del baloncesto, felizmente—, una de las series indispensables de este infausto 2020. Pues ahora GeoPlaneta redobla la apuesta con la publicación de Michael Jordan. La biografía definitiva, del veterano periodista deportivo Roland Lazenby. Un celebrado best-seller traducido a veinte idiomas, exhaustivo y monumental —setecientas páginas, nada menos—, sobre el mítico 23 de los Chicago Bulls, además de una de las fuentes principales del exitoso documental de Netflix.
Nacido en Roanoke, Virginia, Roland Lazenby es un cronista deportivo con más de tres décadas de carrera siguiendo la actualidad de la NBA, siendo un habitual de programas de televisión, radio y documentales, caso de «SportsCentury» de ESPN. Responsable de una extensa y referencial bibliografía, entre su docena de títulos destacan los dedicados a equipos míticos como los mencionados Bulls, los Lakers del showtime, o leyendas NBA como Jerry West, Phil Jackson o Kobe Bryant —el año que viene por aquí—. Además de autor, Lazenby es profesor en Virginia Tech y la Universidad de Radford. Actualmente vive en Salem, Virginia.
Uno no tarda nada en darse cuenta del nivel exorbitante de profundidad al que llega la investigación de Lazenby. No es de extrañar cuando el autor ha cubierto la carrera de Michael Jordan, con varios libros por el camino incluidos, desde la universidad hasta su consagración como astro rey y mina de oro del basket. Pero resulta un shock que el arranque de la biografía sea el relato —y capítulo más bellamente literario— de su indómito bisabuelo Dawson. Porque en la Carolina del Norte más rural a finales del siglo XIX pueden trazarse los orígenes de la personalidad y competitividad exacerbada de «His Airness».

No se queda atrás el bloque que le sucede, centrado en la niñez y adolescencia de Michael Jordan, quizás el más interesante para aquellos deseosos de encontrar nuevas revelaciones sobre el escolta nacido en Brooklyn. De nuevo, Lazenby se explaya con minuciosidad y sencillez, apoyado en incontables entrevistas con el entorno, compañeros, rivales, y el propio Jordan. Un autor seguro que el largo camino presentado al lector es relevante al exponer no sólo los orígenes y el crecimiento de un atleta destinado a desafiar la gravedad, un talento capaz de conjugar la plasticidad más artística con la implacabilidad de una apisonadora. También la psicología compleja, incluso espinosa, tras un espíritu, una mentalidad insaciable.
Así, en esa crucial etapa formativa, tenemos a un crío más bien tirillas que no pasó el corte en su año sophomore en el Instituto Laney. A un hijo apegado a sus progenitores que sufría la predilección de su padre James Sr. por su hermano mayor Larry y, no obstante, desconocía —parece— los terribles secretos que asolaban al clan. O a un joven Jordan, que flirteó con el fútbol americano y se planteó seriamente el béisbol, cerca de la frustración, hasta que su potencial —y poco después, su altura— «hizo clic» en un campamento de baloncesto de élite. Michael Jordan rebosa suculentas historias sobre esos años. Y faltan las que acontecieron al convertirse en un «Tar Heel» a las órdenes de Dean Smith.
En la Universidad de Carolina del Norte, sobre todo tras ganar el campeonato de 1982, es donde puede certificarse el inicio del «fenómeno Michael Jordan». Un festín para los mayores connoisseurs del mejor de los deportes, que disfrutarán reconociendo a los insignes jugadores —a los que eclipsaría más pronto que tarde— que se cruzaron con él en ese período. Pero Lazenby también se detiene a hablarnos del surgimiento de la fama y el producto de marketing. O la forja de un carácter impulsivo y airado, que nunca digirió bien las derrotas, como las de sus dos últimos torneos NCAA, tras los que dio el salto a los profesionales.

No es que el interés del volumen decaiga con el aterrizaje de Jordan a la NBA. Simplemente estamos ante el tramo de su vida más conocido, además refrescado recientemente por The last dance. Los complicados inicios en un equipo perdedor y de pésimos hábitos. La lesión en el pie. La confección del equipo que tiranizó la mitad de los 90. La conexión con Phil Jackson. El éxito imparable, transformando al jugador en icono global e imán publicitario. Los Juegos Olímpicos. Los épicos duelos contra los «Bad Boys», los Knicks de Patrick Ewing o los triunfos en las finales. Las retiradas y regresos. La turbia muerte de su padre. El béisbol. El ansia de ganar. La actitud despiadada. El individualismo disfrazado de heroísmo. Todo está aquí.
Sin embargo, Roland Lazenby vuelve a proporcionarnos novedades. Michael Jordan explora con clarividencia la gestión de los conflictos —eufemismo— que marcaron su carrera. Ya no solo son las agrias disputas con Isiah Thomas o Jerry Krause, sino la intrincada relación con su otrora ídolo Magic Johnson. O con sus propios compañeros: Scottie Pippen, Toni Kukoc, Dennis Rodman, Horace Grant, Steve Kerr, Craig Hodges —leedlo, muy elocuente—. La lista es larga. Asimismo, igualmente valioso es su análisis sobre el «hombre anuncio», embajador planetario de marcas y la propia NBA. Una posición privilegiada y esclava. Podría decirse que el biógrafo tiende a ponerse del lado del jugador. Pero acierta al señalar que no es fácil ser «Superman» a diario.
Si Michael Jordan tiene un punto flaco, es el poco espacio dedicado a su vida post-retirada definitiva en 2003. Su penosa trayectoria como propietario de los Charlotte Hornets apenas es tratada. Entiendo que la obra data originalmente de 2014, pero la década transcurrida al mando de una de las franquicias más irrelevantes de la NBA pide a gritos una revisión. Lo mismo vale para la reactivación de su imagen pública, más comprometida que nunca. O respecto a las cuestiones peliagudas —familiares, relativas a su afición por el juego—. Nunca han sido resueltas, por lo que es injusto pedirle a Lazenby que lo haga él. Además, le honra huir del morbo. Pero en algunas de ellas pasa muy de puntillas, contradiciendo el enfoque holístico del libro: ofrecernos la mirada más completa sobre el jugador, el icono y el hombre.
En cualquier caso, Michael Jordan se antoja imprescindible para cualquier amante del baloncesto que se precie. Consideres al 23 el «GOAT» o no —para mi «hay partido», Jordan voló y venció como pocos, pero no hacía skyhooks, ni no-look passes a la carrera, ni ganaba concursos de triples sin quitarse la chaqueta de calentamiento—. Un semidiós o un matón de patio de colegio. Da igual. Aquí tienes un ingente y completísimo intento de explicar cómo se creó y mantuvo una leyenda de semejante calibre. Un icono de la cultura popular más allá de lo puramente deportivo. Además de permitirte rememorar aquellos maravillosos años…
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