Joseph Mount, líder de Metronomy, siempre ha comentado que no quiere repetirse y hacer el mismo disco constantemente. Algo que está muy bien, desde luego, pero también es algo bastante arriesgado. En su afán por desmarcarse en cada trabajo, lo único que ha conseguido es hacer discos realmente irregulares. Una irregularidad que vuelve a aparecer en su último trabajo. Además, de una forma bastante más acusada, ya que se le ha ido la mano con la duración, y hay unos cuantos cortes que no pintan mucho. De hecho, en un principio, iba a tener 10 temas, pero en una mala decisión del propio Mount, acabó con 17.
“Metronomy Forever” es bastante ecléctico, y en él no logran buenos resultados en todos los palos que tocan. Instrumentales como ‘Wedding’, ‘Insecure’, ‘Driving’ o ‘Forever Is A Long A Time’, se quedan en meras anécdotas y no pintan mucho. Y tampoco es que estén muy inspirados en los cortes más puramente electrónicos. Tanto ‘Lying Low’, donde se hacen un Caribou de manual, como ‘Miracle Rooftop’, en la que tiran hacia un sonido más retro, son de una simpleza que asusta. De hecho, casi parece que vengan de un grupo que acaba de empezar en esto, y no de uno que ya lleva más de una década publicando discos.
La cosa cambia, y mucho, cuando giran hacia al pop y hacia la canción más convencional. Aquí sí que están bastante acertados, porque, para empezar, parece que se les dan mejor las guitarras que los ritmos electrónicos. Ahí está esa vibrante ‘Lately’, que tarda en arrancar, pero cuando lo hace, es como una apisonadora. O esa guitarra sucia que aparece en la funkie ‘Insecurity’, que es otra de las joyas del álbum. Pero lo mejor viene cuando se lanzan al pop sin complejos. Mount tiene una habilidad especial para componer buenos estribillos y melodías sintéticas de lo más pegadizas. Es el caso de la deliciosa ‘Salted Caramel Ice Cream’, que es igual de irresistible que ese helado que nombran en su título. Y también es el caso de ‘Wedding Bells’, donde tiran hacia un synth-pop de lo más enérgico. Aunque, quizá, lo más curioso sea ‘Sex Emoji’, en la que dan el protagonismo a las baterías, y a un funk que bebe directamente de los ochenta. Y ojo, porque parece que a Mount se le ha pegado algo de sus múltiples colaboraciones con Robyn, porque esa ‘Walking In The Dark’ tan dancehall, suena por todos los lados a la artista sueca.
No cabe duda de que, esa decisión de incluir más temas de los planeados, no fue una buena idea. Más que nada, porque al final hay una parte muy interesante y notable, y otra de lo más aburrida que lo único que hace es lastrar el resto del disco.
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