La editorial Malpaso vuelve a la carga y, tras Neil Young, ahora nos ofrece las memorias de otra figura capital del rock clásico. Hablamos de Pete Townshend, el icónico músico machacaguitarras, compositor casi exclusivo y ocasional cantante de los míticos The Who. Y a tenor de la lectura de este libro, también podemos añadir hiperactivo, traumatizado e incontinente verbal, a la lista de atributos del británico.
Who I Am son unas memorias al uso en la forma: cronológicas, razonablemente ordenadas, enlazando con soltura los diferentes episodios de su vida y, pese a la considerable extensión del volumen —más de 500 páginas, Townshend asegura que el original sin editar doblaba la cifra—, bastante ligeras y entretenidas, sin digresiones o veleidades filosóficas —bueno, están los episodios sobre Meher Baba, lo peor del libro, pero no son excesivos— o moralejas de cuento estilo Behind the Music. Pero en cambio, en el fondo, sorprenden por lo reveladores que son algunos de sus pasajes y sobre todo, lo lejos que están de la autobiografía más elogiosa. Ciertamente, el casi septuagenario Pete Townshend está mucho más en paz consigo mismo ahora que se adentra en la vejez… pero para llegar hasta aquí, el viaje ha sido bastante duro y no pocas veces desalentador. Aviso para fans lectores. El iracundo héroe tras los molinetes de guitarra y las canciones hiper-épicas tiene los pies de barro. Un lodo que estuvo a punto de engullirlo en más de una ocasión.
Townshend no tiene reparos en explayarse revelando sus dolorosas debilidades, incapacidades y abrumadores miedos, mostrando a una persona extremadamente vulnerable, solitaria y terriblemente herida. Una personalidad volátil, tan dada a las explosiones incontroladas como al retraimiento y la depresión. Marcada por los abusos sexuales sufridos en la infancia, fraguada en el campus de la Ealing Art College y propulsada a un estrellato de apetito voraz y extenuante cuando Townshend es todavía un adolescente rodeado de otros tres adolescentes, chulescos, ambiciosos… y muy frágiles. Acertáis. Cocktail explosivo a la vista.
La espiral aquí es conocida y tópica: alcohol, drogas, sexo. Y le podemos añadir una cuarta de índole económica resumible en: un barco más grande, un estudio “más a la última” y una casa aún más glamurosa. Pero el alma de los Who la relata de una forma inusual para unas memorias, ya que habitualmente se cae en la hagiografía, en este caso, una historia de superación-redención personal. En cambio, aquí impera el tono azuloscurocasinegro. Las adicciones se superaron, pero combinadas con su problemática personalidad y su hiperactividad profesional, se llevaron por delante su matrimonio, pese a la santa paciencia de su ex esposa Karen, una paternidad más bien reprobable, con la única excepción del más pequeño de los hijos, Joseph, así como a la mitad de una banda —el pirado Keith Moon, que personaje tan triste, y posteriormente, el bajista John Entwistle—, y un buen puñado de “actores secundarios” por el camino. No sé si Townshend ha utilizado Who I Am para exorcizar sus demonios, pero la sinceridad de su relato contiene pasajes donde el lector se encuentra a un hombre insufrible, simplemente patético y roto. No, no me cambiaría por Pete Townshend por nada del mundo.
No me he olvidado a los Who en esta reseña. Pero de nuevo, el fan lector debe tener en cuenta que está no es una obra sobre la banda, sino las memorias de Pete Townshend —sería interesante contrastarlas con las opiniones de Roger Daltrey—, así que la carrera del grupo siempre está contada desde su prisma individual. Uno tiene la impresión que en este sentido, el autor sí se ha dejado jugosos fragmentos por explicar en estas memorias, especialmente tras la muerte de Keith Moon, cuando se puede decir que los Who pasan a vivir de su leyenda. En cambio, uno de los aspectos más atractivos de Who I Am es comprobar como Townshend, al igual que le sucede con su vida privada, mantiene una relación de amor-odio con su banda.
Y es que, como compositor y líder de los Who, pudo dar rienda suelta a sus inquietudes musicales más ambiciosas, como Tommy y Quadrophenia, y no tiene reparos en admitir que su obra en solitario palidece ante la creada para el grupo. Pero al mismo tiempo revela el suplicio —que incluso le afecta físicamente— en que cada nueva reunión, cada nueva gira se convertía para él. Un capítulo, mejor dicho EL CAPÍTULO de su vida que fue y ha sido incapaz de cerrar, aunque ahora haya aprendido a lidiar con él. Porque esa es seguramente la única conclusión a la que se llega tras leer esta más que interesante autobiografía. Durante su vida, Townshend solo ha sido capaz de comprometerse con su música. Y su mejor música han sido los Who. Para lo bueno, lo malo… y también lo terrible.
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