Pocos artistas de la generación de Faithfull pueden presumir de seguir publicando discos con el afán de relevancia que se deja notar en cada uno de los trabajos de esta buena mujer en lo que va de siglo.

Lejos de descansar en los laureles de su leyenda y de publicar vagos reflejos de su vieja gloria para recordarnos que sigue activa, Faithfull se ha ido reinventando como dama oscura de la canción, una intérprete intensa y cabaretera que ha llevado su pasión por Brecht y Weil a su propia manera de ser y actuar, y que usa a su favor el venerable tono rasposo de sus maltrechas cuerdas vocales.

Hasta los cazurros de Metallica fueron lo suficientemente listos como para valerse de la personalidad de nuestra “Sister Morphine” y vendérnosla como la inquietante jefa de pista que canta con ellos en The memory remains. No nos extrañaría verla aparecer como sacerdotisa suprema en alguna temporada de American Horror Story, máxime ahora que Jessica Lange ha anunciado su retirada de la serie.

En los últimos años, nuestra diva ha rentabilizado su status y se ha dejado querer por multitud de artistas, entre amigos de generación y nuevos admiradores, que han estado encantados de cederle canciones o de colaborar en los discos. Give my love to London sigue la misma tónica pero va un paso más allá, sin que tampoco nos resulte muy sencillo explicar por qué. Da la sensación de que canciones, interpretación y producción han coincidido en un punto glorioso en el que todo funciona a mayor gloria de la Faithfull y del oyente.

Al fin y al cabo, no en cualquier disco podemos encontrar nuevas canciones de Steve Earle (el folk deliciosamente machacón del tema que da título al disco), Roger Waters (Sparrows will fly, con una melodía que nos recuerda que su autor estuvo detrás de The wall), Ed Harcourt (True Lies), Anna Calvi (Falling back) o un Nick Cave que además presta a varios de sus músicos (inconfundible el solo de viola de Warren Ellis en la intensa Late Victorian Holocaust).

El reciente colaborador oficial de Leonard Cohen , Patrick Leonard, también aparece para firmar uno de los mejores momentos: Mother wolf, pura intensidad rockera que podría haber firmado PJ Harvey en sus primeros discos.

Y ya que mencionamos a Cohen, una de sus canciones merece un párrafo especial para terminar esta reseña. Going home ya sonó en la apertura de Old ideas, penúltimo trabajo del maestro canadiense. Su letra llamaba la atención al presentarnos a un Cohen que hablaba de él en tercera persona, definiéndose como “un bastardo perezoso viviendo en un traje”. Eran las palabras de una musa, encantada de seguirse materializando en la pluma de Cohen. Al sonar en la voz de Faithfull, la canción cobra nuevo sentido, convirtiendo a nuestra protagonista en esa musa, un personaje que también encaja a la perfección con ella y con esa figura divina en la que se ha convertido.