La renovación generacional ya está aquí, y en buena y saludable parte es femenina. Ahora que ya empezamos a cortarnos al hablar de juventud exagerada cuando nos referimos a Núria Graham, llega Marem Ladson con sus 19 años y este madurísimo debut bajo el brazo y nos volvemos a quedar desarmados.
De Marem ya llevamos esperando grandes cosas desde el año pasado, cuando su canción ‘All my Storms’ servía de atractiva carta de presentación en estudio al tiempo que ella iba haciéndose hueco en festivales como el Vida o en el Dcode (previa victoria en el concurso maquetero Bdecoder). En la evolución que le ha dado tiempo de llevar a cabo en tan corto espacio de tiempo, Marem ha sido lo suficientemente inteligente como para dotar de mordiente a su propuesta y salir del formato de folk acústico en que, aunque se defiende perfectamente bien, le habrían llovido demasiadas comparaciones a todas luces injustas. De hecho, uno de los puntos fuertes del disco es la mesurada distribución de todo tipo de intensidades y sonoridades, reforzadas por una banda de lo más solvente donde hay que destacar la labor de los también coproductores del disco: el siempre interesante baterista Juan Diego Gosálvez y Brian Hunt. Hay que restar importancia al hecho de que ambos hayan jugado un papel importante en la carrera de Russian Red, mujer cuyo nombre cuelga sobre casi cualquier artista española que se lance a cantar con una guitarra colgada del cuello. Como decimos, Marem es mucho más que una simple referencia recurrente.
Aunque el buen nivel de inglés también empieza a ser una sana costumbre entre nuestros músicos de nuevo cuño, cabe señalar que Marem es mitad gallega mitad norteaméricana (su padre, Willie Ladson, echó raíces en Ourense, a donde llegó para jugar al baloncesto), por lo que su soltura idiomática y un mestizaje que va más allá de la pura estética tienen su razón de ser. Especialmente bienvenida es la combinación de factores idiomáticos (sin cambiar de acento) en el estribillo de ‘My corazón’, una balada de alma cincuentena que igualmente podría haber sido interpretada en el Bang Bang Bar de Twin Peaks.
El disco nos da la bienvenida con un tema en el que Marem se vale únicamente de su voz para entonar una pieza de aire blues y gospel que no desencajaría en la banda sonora de O Brother! Seguidamente nos encontramos con el gran logro de este debut, el punto rockero y semidistorsionado de ‘Shades of blue’, con el que Marem se lanza a rasgar su voz –convertida en una suerte de Liz Phair– en una composición a la vez estimulante y asequible. No hay otra canción en el resto del disco que sea tan directa en su aproximación rockera, pero sí que se deja la puerta constantemente abierta a pequeños desmelenes que nos salvan de cualquier posible riesgo al empalague.
Igualmente destacable es ‘West’, con su punto de pop frenético que, voluntaria o involuntariamente, se acaba convirtiendo en una versión millenial y muy molona de aquel ‘99 Red Balloons’ de Nena; o la intensa ‘Everything I´ve ever lost (Is coming back)’, por lo que tiene de combinación entre el rock tradicional y el dream-pop de la escuela Beach House. Que en un solo disco de una chica tan joven se nos vengan en positivo tantas cosas a la cabeza no puede ser sino bueno.