Sigo rebuscando en los últimos meses de 2021, hoy con Mamá para cenar, cortesía de Blackie Books y Shalom Auslander. Un autor corrosivo que se adentra en una de las aguas más procelosas que existen, las de la identidad, para satirizar este mundo de locos —donde Trump sigue libre, la OTAN aún existe y la inteligencia patria, Congreso incluido, discute sobre las canciones de un Festival que ya era casposo… hace medio siglo—, en la que es la primera «novela antropofágica» a la que un servidor se enfrenta en su vida. Aviso: ofendiditos, o veganos radicales, abstenerse. A los demás, os invito a todos a descubrir a una minoría —otra— oprimida en Norteamérica: los caníbales estadounidenses…
Nacido en Monsey, Nueva York, en 1970, Shalom Auslander es un autor y colaborador habitual de cabeceras como Esquire, The New Yorker o The New York Times Magazine. Profundamente marcado —en sus propias palabras, «como un ternero»— por su educación judía ortodoxa, con ayuda de la pluma ha tornado tanta devoción y pavor a un Yahvé con tendencia a la crueldad, y más poderoso que Thanos y Amancio Ortega juntos, en rebeldía y provocación en títulos como los relatos de Beware of God (2005), y las novelas Lamentaciones de un prepucio (2010), Esperanza: una tragedia (2012) y Mamá para cenar, publicada originalmente el año pasado.
El planteamiento de Mamá para cenar —subtitulada, quizás innecesariamente, Una novela caníbal— es puro absurdo, dejando al lector «a cuadros» y absolutamente enganchado tras el «¿qué diablos?» inicial. Mudd Seltzer, obesa mórbida, se encuentra en su lecho de muerte. Es la matriarca de un clan, una estirpe «en peligro de extinción» que incluye doce hijos —más otro fallecido— con nombres ordinales. Pero antes de expirar, exige a sus vástagos que honren las costumbres de su cultura… comiéndosela según la tradición canibaloamericana. Y, como sabe que buena parte de su prole ha abjurado de prácticas tan «extravagantes», tiene una potente contraprestación: una suculenta herencia a repartir si se dan un buen atracón de su carne roja.
Si con semejante planteamiento, os esperáis una novela caótica… os quedáis cortos. Ya que Auslander orquesta una chifladura, de constantes complicaciones, que esconden —apenas— mucha mala uva. Para empezar, tantos Seltzer —bastante desunidos, además— le permite plantear todo tipo de contradicciones, con evidente traslación a nuestros días. Segundo es kosher. Noveno, vegano. Undécima y Duodécima fueron «apestadas» por Mudd debido a su condición trans. Igual que Cero, única chica de la dinastía. Primero odiaba a su madre, mientras el simplón Tercero la idolatraba. Octavo es un fiel estudioso de los canibaloamericanos, pero Cuarto es un brillante antropólogo. El consenso se antoja imposible.
Sin embargo, ninguno alberga tantas dudas como el protagonista de Mamá para cenar, Séptimo. Trabaja en el sector editorial, lidiando con la búsqueda de la próxima gran-novela-americana, lo que significa toparse a diario con infinitas capas de identidad en textos potencialmente publicables… aunque sean terribles. O, traducido, la puya más cáustica a cierto tipo de literatura actual, más preocupada por colar esos «ismos» y etiquetas identitarias en la faja que por su contenido. Todo ello mientras él mismo reniega de su cultura, aunque la muerte de Mudd haga replantearse sus no tan sólidas convicciones.
Ágil y sumamente adictiva —a lo que contribuye la traducción de Carles Andreu—, Mamá para cenar tiene para todos —pobre Jack Nicholson—. Intentar no destripar —umm, ese verbo no es el indicado— su desarrollo es complicado. Ciertamente, tras su arranque demoledor, la digamos segunda parte del libro —los acontecimientos en la universidad— resultan algo más forzados y Shalom Auslander bordea, o directamente cruza, la fina línea de lo grotesco. Munición extra para los más susceptibles, que criticarán la simplificación en una cuestión tan poliédrica y delicada como la identidad. Algo que creo injusto. Si buscáis rigor, tenéis abundantes ensayos. Esto es ficción. Satírica, para más inri.
Porque, en definitiva, creo que Mamá para cenar pretende exponer lo ridículo de las tradiciones a las que nos aferrarnos por muy bestiales que sean —muy atentos al desopilante personaje de Unclish, los Ancianos Mayores, o al «manual» para comerse a Mudd—. O como el fanatismo más peligroso asoma cuando adoptamos los arbitrios de «la tribu» —tan compartimentados que cada vez son más sospechosos— sin apelar al mínimo sentido común. Libertarios de bar. ¿Periodistas? del bulo. Supuestos héroes de 4chan o Reddit disfrazados de búfalo. Inesperados amantes de las macrogranjas. Idolatrados tenistas antivacunas… ¿os suena?
Además, Mamá para cenar también se erige en una reflexión sobre el cinismo, acuciado por la modernidad, y fácilmente manipulable. De la más habitual culpa —alimento por excelencia de las religiones—, factores ambos que mortifican sobre todo a Séptimo. O una lectura, socarrona y desmedida, sobre cómo se construyen las dinámicas y la memoria familiar. Auslander oscila entre la acidez vitriólica y la incomodidad que provoca mirarse, ni que sea de refilón, frente a un espejo. Quizás sea excesiva para estómagos sensibles, pero su mirada resulta profundamente acerada en estos tiempos tan extraños que nos toca vivir.
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