Uno sigue con lecturas de marcado acento político —no será la última—, ahora gracias a Mago, de la autora polaca Magdalena Parys, tercer encuentro de un servidor con las propuestas de Ginger Ape. Una editorial singular e inquieta, decidida en los últimos años a desentrañar la memoria más oscura y espinosa de Europa —por tanto, la más interesante y necesaria—. Y que, tras sumergirnos en la dictadura albanesa, nos invita a recorrer el pasado centroeuropeo —reciente y, casi literalmente, de antes de ayer— con un complejo thriller histórico-político, pero también existencialista e identitario.
Nacida en la preciosa y crucial ciudad de Gdańsk en 1971, Magdalena Parys es escritora, periodista y traductora afincada en Alemania, adonde emigró a los 12 años. Graduada en Filología polaca y Pedagogía por la Universidad de Humboldt, colabora con cabeceras como Gazeta Wyborcza, Dialog, Stuttgarter Zeitung o Wysokie Obcasy. Además, es la fundadora de la revista literaria polaco-alemana Squaws. Su primera novela llegó en 2011 con Tunnel a la que siguió, tres años después, este Mago, primer volumen de la «Trilogía de Berlín» y ganador del European Union Prize for Literature 2015. Biala Rika (2016), y Książę (2020), última obra hasta la fecha, han continuado dicha triada literaria.
Mago parte de una premisa real espeluznante y nada conocida. Corrijo. Eliminada. Durante la era del Telón de Acero, miles de ciudadanos de la Europa del Este, incluida la RDA, intentaron pasar a Occidente. Ello provocó que la Stasi, junto a la policía fronteriza búlgara, activase un mecanismo de represión dirigido a opositores bajo el pretexto de combatir la inmigración ilegal. Desde el lugar de trabajo, al «señalado» o su familia se les sugerían unas vacaciones a la entonces en boga Bulgaria… sin retorno a causa de aciagos «accidentes» o «inexplicables» desapariciones. La «magia» siniestra de la Operación MAGO, cuyas pruebas de su existencia se evaporaron en 2010, cuando el Comisionado Federal para los Archivos de la Stasi destruyó casi seis kilómetros de actas comprometedoras —ni los discos duros del PP, vamos—.
A partir de aquí, Parys arma un relato totalmente ficcional con hechuras noir, ritmo aquietado y atmósfera y personajes crepusculares, rasgos bien reflejados en la traducción de Abel Murcia y Katarzyna Mołoniewicz. Mago probablemente no sea muy recomendable para amantes de esas novelas de género frenéticas, abundantes en escenas de acción. No obstante, pasan muchísimas cosas. Casi tantas como puedan caber en las seis décadas que transcurren entre los 50 y el presente narrativo, 2011. O en las mochilas, pesadísimas, que llevan a cuestas los protagonistas por los que el narrador omnisciente va saltando, y a la vez, deteniéndose con extrema generosidad, en cada capítulo. Es una de esas obras en las que cuesta meterse. Pero si se logra —lo que de verdad importa—, afecta al lector.
Porque quizás el punto débil de Mago sea precisamente la trama, que va aclarándose ante nosotros de forma episódica. Un enrevesadísimo puzle en el que Parys va dándonos las piezas una a una y, a grosso modo, cuenta como la historia oculta de la macabra Operación es descubierta por tres personajes, muy distintos pero entrelazados entre sí. Y que dichas revelaciones —¿o en realidad no?—, pese al tiempo transcurrido, los ponen en la diana de quienes quieren —deben, necesitan— mantener la verdad en secreto, desatando una espiral de asesinatos y amenaza permanente. Estamos ante un relato potencialmente apasionante, pero estimo que a la autora se le hace largo, pudiendo resultar confuso, incluso farragoso de leer.
Mejor dicho, creo que quizás Parys no está tan interesada en crear una obra irreprochable desde el punto de vista «del suspense», o la presentación de la figura del enésimo detective carismático —aquí comisario Kowalski, taciturno pero bastante más de carne y hueso que la norma— anunciando nuevas entregas. Sino servirse de ella para explorar asuntos plenamente actuales y de mayor calado, como la identidad —en ese sentido, destaca el personaje de Dagmara Bosch, inmigrante polaca de éxito y popularidad en Alemania, profeta con pies de barro en su tierra natal, tomada por la extrema derecha revestida de nacionalismo—, el racismo o la manipulación de la opinión pública. Y como la historia tiende siempre a repetirse.
Además, Parys se defiende con solvencia en ese delicado equilibrio entre grandes cuestiones —y conspiraciones— sociopolíticas, y las cuitas —o chantajes— insoslayables, íntimas, de sus personajes. Así, el trasfondo histórico de Mago adquiere buena parte de su enjundia a través de los bagajes e infiernos particulares que determinan el devenir de la narración. Vidas que entran en contacto o, directamente, forman parte de las grietas. Los «limbos» intencionados de un sistema que tolera cuando no se nutre de monstruos —Schlagenberger, el político homófobo, misógino y antisemita, es el más evidente, pero ni mucho menos el único— y corrupción, a un lado y otro del inexistente muro de la Alemania reunificada…
Ingeniosa y algo retorcida —a fin de cuentas, ¿está Parys quedándose con nosotros?—, Mago es una novela que brilla gracias a sus grandes personajes, tratados al detalle, lejos de arquetipos planos. Y a su «juego de espejos», que muestran esa recurrencia, cruel, inapelable, de la historia. Del pasado y presente. Entre terribles revelaciones políticas y miserias personales. Entre lealtades y traiciones, sean éstas a una ideología y valores. O a la memoria de quienes han caído. Y quienes aún pueden salvarse. Una lección sobre la complicadísima historia de Centroeuropa a través de una lectura exigente y copiosa. Pero aún más valiosa.
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