«Do not adjust your set» («no ajuste su televisor«) era un mensaje que solía verse en las pantallas en los inicios de la televisión, cuando la emisión había sufrido un problema y querían evitar que miles y miles de aún inexpertos televidentes se levantasen a ver qué era lo que se les había roto en sus aparatos. Más tarde, el mismo mensaje volvió a ser común para advertir a los espectadores ante algunos experimentos psicodélicos de algunos visionarios se atrevieron a jugar con los formatos y las preconcepciones televisivas (en esto fueron auténticos expertos Monty Python, cuyos miembros Eric Idle y Terry Jones curiosamente tuvieron un programa que se llamaba así, Do Not Adjust Your Set).

Pues bien, aunque ya han pasado muchos años y como consumidores de arte y ocio somos de todo menos inexpertos, lo cierto es que Low acaban de celebrar sus 25 años de carrera publicando un disco tan audaz y arriesgado que bien debería de venir con la advertencia de marras. De los de Duluth solemos esperar siempre atrevidas permutaciones de un sonido de base permanentemente seductor e hipnótico. Desde los comienzos, la mera combinación de esas guitarras panorámicas con un par de golpes de batería (desde Moe Tucker no hubo minimalismo baterístico más efectivo que el de Mimi Parker), y por supuesto las voces de Sparhawk y Parker –juntas o por separado- se las bastaba para desarmarnos. A medida que su discografía fue avanzando, las propuestas variaban su densidad o su permeabilidad a sonoridades externas, según demandasen sus musas o el productor con el que estuviesen trabajando.

Para su Ones and Sixes (2016) se juntaron con BJ Burton, un intrépido músico y productor conocido por estar detrás de varios saltos al vacío musicales, entre los que cabe destacar el 22, a Million (2016) de Bon Iver. El disco ciertamente representó una vuelta a texturas más complejas tras la austeridad que les imprimió Jeff Tweedy en The Invisible Way, pero parece ser que tanto la banda como Burton se quedaron con las ganas de ir mucho más allá. Y eso nos trae a este Double Negative, que no es que vaya más allá, es que llega a territorios donde pocos grupos de calibre se han aventurado.

En una especie de juego de ver hasta dónde se puede alterar y enterrar a Low sin que pierdan su esencia, Burton se convierte en un miembro de la banda más. Dice mucho de la personalidad de la banda el hecho de que siempre resulten reconocibles y efectivos, incluso metiendo en una lavadora virtual sus canciones –o sus esbozos, ya que aquí no siempre el desarrollo convencional de estructuras es lo primordial. Por dura que parezca la propuesta, la balanza entre la abundante tensión acumulada y los momentos en los que esta se libera mediante un repentino vaciado de elementos, o mediante la desaparición temporal de los efectos ruidistas.

Cada elemento se convierte fundamental en este fascinante puzzle sonoro (incluyendo a Steve Garrington, cuya labor al bajo a veces es pasada por alto), si bien llama la atención lo mucho que Mimi es capaz de renunciar a su batería si la ocasión lo requiere. Y es que aquí, la mayor parte de los ritmos flotan en la atmósfera general, dejando tan sólo hueco para un par de bases rítmicas pesadas como las de Dancing and Blood o Rome (Always in the Dark). Incluso en uno de los temas más “convencionales” como el single Disarray, los impulsos rítmicos parecen creados por ráfagas sonoras más que por cualquier instrumento percutivo.

Esta maravilla nos confirma que Low siguen siendo una banda que no quiere dormirse en logros pasados, y se revela como el mayor desafío asumido entre un grupo establecido y sus oyentes desde, quizás, el Kid A (2000). De hecho, en el posible hermanamiento entre el disco de Radiohead y Double Negative, podríamos incluir que ambos cuentan con uno de esos temas que aparentemente no van a ningún sitio (Treefingers en aquel, The Son, The Sun en este), y que acaban dividiendo a sus oyentes entre los que se lo saltan y los que lo consideran esencial para el transcurrir de la escucha global. Estés en el bando que estés, lo que no tienes que saltarte es esta cita con uno de los discos del año.