En este mundo lleno de estrellas femeninas del pop clónicas y aburridas, en el que el “featuring” de turno es casi tan importante como la canción en sí, hay que dar cancha a las que intentan desmarcarse. Más que nada, porque son artistas que han demostrado que van sobradas de talento, y que no tienen miedo a probar algo diferente. Ahí está Beyoncé y su último trabajo, que fue recibido con elogios por parte de la crítica de todo el mundo, o Carly Rae Jepsen, que en su empeño por recuperar el pop de los ochenta, se está haciendo con una colección de canciones brillante. Junto a ellas, y unas pocas más, tenemos que meter a Lorde que, con apenas dieciséis años, debutó con un álbum lleno de personalidad y buenas canciones. Algo que supera con creces en su segundo trabajo, que en unos pocos días ya se ha convertido en un clásico moderno del pop.
Cuando hace meses Lorde editó ‘Green Light’, fueron muchos los que acusaron a la neozelandesa de querer hacer un hit de pop más convencional, y dejar atrás parte de su personalidad. Algo que no puede ser más erróneo, ya que, tanto la producción, como su letra, reflejan mundos muy diferentes a los que estamos acostumbrados a escuchar en la radio-formula. Jack Antonoff, líder de Bleachers, y productor de este álbum, sabe muy bien lo que se hace en esta canción, ya que es lo mismo que suele hacer con su banda. Aquí no vale el típico ritmo machacón con el que nos taladran día tras día. El uso de baterías reales, y ese piano cercano al house, que hace la canción crezca y estalle en un estribillo redondo y emocionante, son todo un acierto. Y si ya nos vamos a su parte final, en la que entra un teclado de lo más épico, nos damos cuenta de que, por ahora, sus competidoras a canción del año, no tienen nada que hacer. Y lo bueno es que hay varias canciones que pueden ocupar este lugar. Sin ir más lejos ‘Sober’, que aparece a continuación con sus trompetas, su ritmo entrecortado (y algo étnico), y esos coros susurrantes que se acoplan perfectamente a la voz de la protagonista. O ‘Supercut’, en la que se lanza de lleno a la pista de baile, en un tema electrónico al 100% donde, afortunadamente, aparece de nuevo ese piano tan house. Y si ya nos vamos a ‘Perfect Places’, nos encontramos ante un auténtico himno pop, de esos que solo se consiguen en contadas ocasiones.
Según la propia Lorde, “Melodrama” un álbum conceptual, que cuenta la historia de una fiesta en una casa, y que es un trabajo sobre estar sola, “con sus partes buenas, y sus partes malas”. Y eso se refleja en sus letras, que hablan de lo que suelen pueden hablar cuando las ha escrito una chica de veinte años que consiguió la fama mundial cuando tenía dieciséis. Y una de ellas es la inevitable ruptura sentimental, que planea sobre prácticamente todo el álbum. Lo hace tanto en un tema absolutamente pop (y brillante) como ‘Homemade Dynamite’, como en ‘The Louvre’, donde nos encontramos con la faceta más personal y esquiva de la neozelandesa. Pero para personalidad, la que desprende en ‘Liability’ y ‘Writer In The Dark’, las dos grandes baladas del disco. Aquí no necesita trucos efectistas para emocionar, un piano y su voz le valen tanto en la una, como en la otra.
Quizá es un poco cliché lo de mencionar su corta edad, y que haya sido capaz de sacar un álbum tan brillante y maduro con tan solo veinte años, pero es la pura realidad, y Lorde se merece toda la buena acogida que está teniendo su “Melodrama”.
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