A poco que a Blur les da por reunirse, les da para ser estandarte musical de las olimpiadas de su país, y hasta del mismísimo Primavera Sound; Suede deciden dejar atrás sus últimos e insulsos discos –así como la narcoléptica carrera en solitario de Brett Anderson– para reivindicar su legado con un disco más que digno (Bloodsports, 2013); Pulp siguen llenando recintos y liderando festivales sin necesidad de ofrecer material nuevo; y aún nos entretenemos viendo las disputas a distancia de Noel y Liam, sabiendo perfectamente que el día menos pensado se volverán a sacar a Oasis de la manga.

Sí, definitivamente la influencia del Britpop sigue latiendo con fuerza, dos décadas después de su punto álgido. Buen momento, por tanto, para recuperar a una de las grandes bandas olvidadas de la era.

No huyan; no todas las bandas del Britpop que no entraron en la primera división eran tan mediocres como Menswear, Shed Seven o Ultrasound.

Ciertamente, Longpigs tenían lo que había que tener para haber formado parte del pelotón de los grandes: un cantante carismático (el alocado Crispin Hunt, quien además componía casi todo), un guitar hero (ni mas ni menos que Richard Hawley, muy lejos de ser el crooner pop que triunfó más adelante, y muy dado a inventivos arreglos de guitarra a medio camino entre Bernard Butler y Graham Coxon), y un puñado de canciones con gancho.

Integrado por dos CD´s de generosa duración, este lanzamiento ocupa su primera mitad con la gran mayoría de canciones de los dos únicos discos que publicó la banda.

The sun is often out (1996) es el clásico incontestable, directo a la yugular y rebosante de confianza, tan certero en sus temas rockeros (She said, Far), como en sus baladones (On and on es, realmente, una de las grandes canciones de amor de su década, y Lost myself está hecha de la misma materia que los grandes himnos de la épica dorada de Oasis).

Más dudas despertó en algunos el “difícil segundo disco”, Mobile home (1999), un trabajo que parecía afectado por el síndrome post-Ok Computer que le entró a muchos en la época, con la banda ligeramente forzada hacia una experimentación sonora que no casaba con el desparpajo que  había sido hasta entonces uno de sus puntos fuertes. Sin embargo, fuera de aquel contexto, y dejando de caer un par de sobras, comprobamos aquí la fuerza de temas como Blue skies o Gangsters, e incluso nos puede hacer gracia comprobar cómo Dance baby dance se adelantaba unos cuantos años a Franz Ferdinand.

El CD2 está más dedicado a los seguidores de la banda, que se relamerán al encontrar gran parte de las caras B´s de los singles, así como dos sesiones en directo para la BBC, una de ellas inédita hasta ahora. La mayor curiosidad de este lote podría ser Tendresse, el único tema compuesto y cantado por Richard Hawley, donde se puede entrever algo de la personalidad que desarrollaría más adelante para gran regocijo de todos nosotros.

Concluyendo, On and on. The anthology es una segunda oportunidad en el más amplio sentido del término: para que estas composiciones encuentren su sitio y para nosotros, el público que en los 90 quizás andaba mirando hacia otro lado y se perdió auténticas joyas de las que costaría mucho encontrar en el pop británico de guitarras hoy en día.