Desde sus primeras páginas, este ensayo político publicado por Turner Libros, que por momentos parece un thriller de acción y espionaje, enseña la capacidad que tiene el académico, de origen ucraniano, para situar el contexto político. Serhii Plokhy es director del HURI, de la Universidad de Harvard, y autor de numerosos libros sobre la historia rusa. En esta obra rechaza de pleno la narrativa de los eruditos norteamericanos, que consiste en atribuir al presidente John F. Kennedy y a sus asesores, una gestión soberbia del conflicto armamentístico y una toma de decisiones perspicaz. El ensayo demuestra todo lo contrario. Al mismo tiempo Locura nuclear es un retrato de la revolución cubana, del clan Kennedy y del ascenso y caída de Nikita Jruschov dentro del Politburó soviético. 

Cumplidos los sesenta años de los hechos, la crisis de los misiles de Cuba de 1962 –acaecida en Playa Girón para unos, y en Bahía de Cochinos, para otros– es uno de los acontecimientos más estudiados y analizados de la historia moderna. El telón de fondo de la crisis, que ya venía de lejos, fue planeada a finales de la administración Eisenhower (1953-1961). Jruschov contraatacó con la Operación Anádir, aprobada en junio de 1962. Plohky señala que fue el primer despliegue en la historia de misiles soviéticos fuera de la URSS

Los errores cometidos por ambas partes, según el autor, «fueron causados por una variedad de factores, desde la arrogancia ideológica y las agendas políticas primordiales hasta la mala lectura de los objetivos e intenciones geoestratégicos de la otra parte, el mal juicio a menudo debido a la falta de buena inteligencia y los malentendidos culturales». El investigador norteamericano somete a un detallado escrutinio el contexto en que se desarrolló la crisis cubana, que pasaba por Berlín, su muro y la hoy extinta República Democrática Alemana, país satélite de Moscú; por los misiles que Washington tenía desplegados en Turquía, más las atribuladas decisiones de sus protagonistas, basadas, como indica el autor tras consultar nueva documentación desclasificada, en el miedo mutuo a una guerra nuclear. 

Plokhy revela groseros desaciertos cometidos tanto por la CIA y otras agencias, como por parte de la KGB. Un año después de la crisis cubana, John Kennedy fue asesinado. Y al año siguiente, Nikita Jruschov fue destituido. Una de las conclusiones a extraer, según el autor, es que ambas partes asumieron que una guerra nuclear significaba el fin de la civilización. Al mismo tiempo, Serhii Plokhy advierte que «no hay duda de que hoy en día hay líderes mundiales dispuestos a adoptar una actitud más arrogante». A este singular y clarificador ensayo no le vendría mal haber incluido la bibliografía pertinente, más allá del apartado de notas.

A nivel de cultura popular la crisis cubana ha recibido la atención de Hollywood, como ocurrió con el film Trece días (2000), cuyo error consiste en «omitir» el punto de vista cubano. Antes, una sátira monumental sobre la guerra fría y la destrucción atómica permitió que los señores de la guerra quedasen retratados en una película británica formidable de Stanley Kubrick, ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú; (Dr. Strangelove, or How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb, 1964). Se estaba más cerca del caos nuclear de lo que cabría pensar.