Las Ruinas son como ese amigo mordaz y socarrón que no puede faltar en una buena marcha nocturna; el amigo que suele tener las mejores ideas, las que hacen que una noche potencialmente rutinaria pase a generar momentos épicos y de recuerdo imborrable; el amigo que te hace reír con sus originales ocurrencias, pero que también será el primero en dedicar su atención y consejos a alguien de la pandilla que esté tristón por algún desencuentro amoroso.

Por eso son un grupo tan especial para tantos que van entrando en su personal código, disco a disco. Siesta mayor, es ya el sexto, siguiendo el implacable ritmo autoimpuesto de disco por año. El método, tan sencillo como difícil de cumplir para cualquiera sin las cuotas de entusiasmo e inspiración de la formación barcelonesa, es el de reunirse durante un par de días bajo las órdenes del productor Margione, e ir registrando las que ellos consideran sus mejores canciones surgidas durante el último año. Dicen que cuando lleguen a diez discos (dentro de nada, a este ritmo) se separarán; aunque, si se admiten apuestas al respecto, a mí me suena más a “millenium bug” o a profecía maya que a nada mínimamente fiable.

La nueva colección de temas sigue la estela del anterior, Toni Bravo (2014), dulcificando su viejo sonido de “heavy pop”, y atreviéndose con algunos experimentos estilísticos como el toque aflamencado de Fruta de temporada (seguro que J daría su aprobación), o esos sonidos experimentales ritmo de hip hop de la coñera Jam session man, que junto con la también hilarante International Yonki Tour (un recorrido geográfico por el lado más salvaje de la vida) me recuerdan bastante a las buenas canciones de los uruguayos El Cuarteto de Nos.

No faltan esos temas de desamor que ofrecen consuelo combinado con guitarrazos –un sello de la casa- como Cosas tontas que hice por ti o Cuando el amor se va.

Y, como haría el amigo al que hacíamos alusión al comienzo, también hay momento para las bromas personales dirigidas casi exclusivamente al entorno más cercano, sin importar si el resto del mundo quiere darse por aludido; es el caso de Gabriel y Vencerás, homenaje a la banda del título y a las noches del colectivo Hi Jauh USB.

Para el final se dejan el más “Ruinas” de los momentos, Hacia la luz, oda hacia el hedonismo nocturno (“Vamos a reventarnos esta noche / como si no hubiera un mañana / Porque en verdad no hay un mañana / Y qué más da”) destinada a ser cantada a grito pelado, con o sin música de fondo. Una manera ideal de acabar cualquier fiesta; otra buena idea de ese amigo imprescindible. Se deja querer, el muy puñetero.