PJ Harvey, Björk y Tori Amos. Tres figuras incontestables, muy distintas entre sí, de la música contemporánea. Un trío de colosas que en 1994 reunió Q Magazine en una de sus portadas más icónicas. Y, ahora, casi tres décadas después, la feliz excusa que justifica y actúa de detonante de Las chicas del Q, de Toni Castarnado, probablemente el experto por excelencia en este país si hablamos de música creada por mujeres. Un original ensayo que contextualiza y desglosa ese momento, así como las trayectorias de las insignes artistas, además de plantear conexiones e incluso sugerir dilectas sucesoras.
Subtitulado Una revolución musical en 1994 con PJ Harvey, Björk y Tori Amos, Las chicas del Q es una obra ambiciosa no en su sentido codicioso, si no por su voluntad digamos «holística». Una loable aspiración por ir más allá de lo estrictamente musical, abriendo sugerentes puertas por las que el lector puede adentrarse a curiosear. Si a eso le sumamos que, afortunadamente, Castarnado está en las antípodas de la pluma enrevesada o pedante, el resultado es una obra que avanza siempre de forma clara y amena. En definitiva, haciendo una propuesta de lo más apetecible.
Las chicas del Q opera a tres niveles, de lo concreto a lo general que dirían Doble Pletina. Así, Castarnado logra ampliar el foco y, por ende, el alcance del ensayo. Primero, tenemos la crónica de los pormenores, la «trastienda» de esa portada y entrevista conjunta en el interior de la revista. Por el lado artístico, claro, incluso incluyendo capítulos dedicados a las labores de Adrian Deevoy y John Stoddart, periodista y fotógrafo responsables de la pieza, aparecida el 29 de mayo de 1994. Aunque, a mi juicio, lo realmente importante arranca cuando el autor colomenc se adentra en las procelosas aguas de la significación y resonancia de dicha ocasión.
Porque es entonces cuando Castarnado ofrece al lector mucho más que el recuerdo de la feliz efeméride —algo que podría despacharse en un artículo—. Por un lado, el repaso, sin pretensiones completistas, de las lustrosas carreras de PJ Harvey, Björk y Tori Amos… ¡Y qué carreras! Ya en aquél instante entre las tres sumaban cinco discos —Dry y Ride Of Me, Debut, Little Earthquakes y Under The Pink respectivamente—, que sin duda justificaban su elección protagónica en la publicación. No obstante, era difícil presagiar el tremendo recorrido de las artistas, por lo que la sentida reivindicación recogida aquí se antoja de lo más justa y necesaria —especialmente respecto a Amos, bastante más olvidada que las otras dos—.
Y es que Las chicas del Q también es una obra aventurera, gracias a un variopinto «cajón de sastre» de capítulos. En ellos, Castarnado ofrece una pléyade de paralelismos, alternativas y conexiones, estableciendo una suerte de fresco de la escena femenina de la época. Aborda terrenos socioculturales y políticos, contextualizando «la trama». Apuesta a posibles herederas, hablando de Sharon Van Etten, Angel Olsen o Boygenius. Bucea en otras disciplinas, caso del cine, con referencias previsibles como Bailar en la oscuridad, o inesperadas como The Nowhere Inn. Recupera anécdotas y encuentros en primera persona en calidad de granado entrevistador. Insinúa posibles rivalidades… Resumiendo, un connoisseur de la materia en todo su apogeo, «repartiendo mucho juego».
Ciertamente, esa diversidad de caminos explorados a veces podría dar la impresión de convertir la lectura de Las chicas del Q en un batiburrillo de ideas barruntada sin demasiado orden y concierto. Valgan los ejemplos del capítulo dedicado al feminismo de la tercera ola, que requeriría de un análisis con mayor profundidad para no resultar un añadido algo forzado. O la comparación con Sheryl Crow o Alanis Morissette, que a uno le chirría —me niego a ponerlas al mismo nivel— dado que, si una característica une a la portentosa tripleta biografiada es lo alejadas de lo convencional, musical e idiosincrásicamente, han estado siempre de la comercialidad. Pero este párrafo es puramente accesorio…
… Porque, ya no es que los aciertos ganen por goleada. Es que la amplitud de miras del texto hace de Las chicas del Q una original, abierta y osada manera de afrontar un ensayo musical, evitando quedarse en el simple repaso disco a disco del trío, más o menos decantado por las filias del autor —es evidente que Amos, mucho más accesible que PJ y Björk, gana el envite y se lleva la porción más generosa de páginas—. Al contrario, Toni Castarnado nos proporciona una obra sobre cuál era y es el papel de sus tres protagonistas dentro de un «todo» mayor, más complejo y apasionante. Gran noticia que exista un libro sobre tamañas damiselas en nuestro país. Gran noticia que éste sea así.
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