Malpaso vuelve a la carga con más memorias musicales, aunque como viene siendo la excitante norma con esta editorial, tanto las obras escogidas como los músicos que reciben el tratamiento biográfico o autobiográfico son lo que podríamos denominar “poco convencionales”. Y hablando de poco convencional, hoy tenemos nada más y nada menos que a Frank Zappa, uno de los más serios candidatos a ser el “perro más verde” de todos los bichos raros que han pululado y pululan por el planeta rock. Preparaos.
Con una carrera desorbitadamente prolífica, junto a Captain Beefheart, los Mothers of Invention o en solitario, llegando a publicar 62 álbumes en vida —Zappa murió en 1993, cuatro años después de que estas memorias vieran la luz originalmente—, casi un centenar si contamos los póstumos, de una variedad estilística apabullante, del rock a la música clásica, del jazz a la electrónica, del doo-woop a la llamada música concreta, y una desbordante inquietud artística que también le convirtió en productor, director de orquesta, director de cine y vídeos —de hecho, en uno de los últimos capítulos incluso propone una forma de vender música mediante la tele por cable sorprendentemente coincidente con los servicios digitales de nuestra era digital—. El asombroso legado musical de Frank Zappa ya justificaría la existencia de estas memorias. Pero es que además de músico, el de Baltimore era un personaje de aúpa. El “rey de los freaks”…
Precisamente esa definición es la que Zappa se encarga de dinamitar en sus memorias, ya desde el primer capítulo, inequívocamente titulado ¿De verdad os parezco tan raro? y que en su segunda página certifica —“nunca he cagado en un concierto, y lo más cerca que he estado jamás de comer mierda fue en el bufé del Holiday Inn de Fayetteville, Carolina del Norte, en 1973”—. Dicha respuesta-guión-diatriba resume a la perfección la actitud y tono de este libro: algo —mucho— de caos, irreverencia, sentido del humor y muy pocos pelos en la lengua. Pese a quien pese.
En el primer aspecto, uno no puede dejar de pensar que La verdadera historia de Frank Zappa en realidad es un compendio de vivencias y temas de debate sobre los que el singular artista quiso hablar y dejar constancia. El peso de la cronología se va difuminando a medida que el libro avanza, los temas personales —excepto los relativos a su infancia e adolescencia y, ya al hablar de su vida familiar, los referentes a su dieta— se resuelven con celeridad y los capítulos que tienen que ver con su carrera musical responden claramente a su criterio, soslayando el resto. Pero bueno, en realidad tampoco podemos llevarnos a engaño. El propio Zappa anuncia en la introducción cómo se gestó el libro. Durante tres semanas fue contestando las “preguntas fascinantes” —en sus propias palabras y cursiva— del periodista Peter Occhiogrosso en su casa de Los Ángeles. Varias manos lo editaron y lo transformaron en libro. Y avisa, la única finalidad del mismo es, por un lado, desmentir las habladurías de otros y entretener, no ofrecer la historia completa. Y ambos objetivos los cumple con creces.
Y es que estas muy sui generis memorias son realmente divertidas, mordaces —el capítulo Todo sobre la música es tronchante, aunque Reino Unido, las orquestas sinfónicas y los sindicatos seguramente no opinaran lo mismo— y, a su manera, profundamente reveladoras. La incontinencia verbal de Zappa y su incomparable facilidad para armar las más punzantes diatribas —todo un arte en sus manos— se transforma en recurso político disfrazado de vitriólico humor negro. Y es que a partir del capítulo 11, Palos y piedras, hasta el final del libro, el Zappa músico deja paso al Zappa “político”. Primero contra los críticos —definición de periodismo de rock: gente que no sabe escribir entrevistando a gente que no sabe pensar con la intención de confeccionar artículos para gente que no sabe leer—, luego contra la nauseabunda derecha ultrareligiosa, la de los telepredicadores, en el grandísimo capítulo Iglesia y Estado. Pero, sobre todo, contra la hipócrita censura norteamericana, plasmada por el lamentable Parents’ Music Resource Center, liderado por Tipper Gore, esposa del senador Al Gore —el de Una Verdad Incómoda, el que dejó a Bush II ganar tras el escándalo electoral de Florida—, capaz de utilizar al Congreso para coaccionar a la industria discográfica para legislar sobre las letras en el rock y el rap —las famosas etiquetas del parental advisory—.
Zappa, que se autodefine como conservador pragmático, partidario de un gobierno lo menos intervencionista posible internacionalmente, pero especialmente en los asuntos privados nos enseña sus declaraciones, escritos y aportaciones al debate —el gobierno Reagan recibe más palos que Luis Enrique por sentar a Messi un día en el banquillo, pero también tiene tiempo para proponer la sustitución del impuesto sobre la renta por un IVA nacional—. Un compendio de textos que nos muestran a una persona comprometida e interesada por la política, deseoso de hacer valer su voz en favor de la defensa de la amenazada libertad de expresión en Estados Unidos. Ciudadano libertario y activista, músico sin ataduras. ¿Iconoclasta? ¿Excéntrico?. No recuerdo si la siguiente cita es de Aristóteles o Séneca, pero viene ni que pintada para referirse a Frank Zappa: “No ha habido hombre de genio extraordinario sin un poco de locura”. Bienvenidas sean la irreverencia y la locura. Más que recomendable lectura.
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