Hasta cierto punto este es un libro insólito, que además tiene un punto impertinente o, cuando menos, insolente. Y además está bien escrito. Habla de mujeres, de mujeres valientes y de mujeres cobardes, racistas y acomodaticias. También de hombres, de hombres solitarios, imbuidos de unos principios tan nobles como caducos, que aman la tierra en la que nacieron –igual que ellas–, pero, al tiempo, la detestan, pues en lo alto de las montañas no les nutre lo suficiente para alimentarse y crecer como personas. Pero, la pobreza, ayer, anteayer y hoy, sigue carcomiendo a miles y miles de personas. Y también es el lugar donde cada año se celebra una antiquísima carrera de caballos —el Kentucky Derby que, en 2024, celebrará su 150ª edición— al más puro estilo británico; es decir, no es precisamente un evento inclusivo.
Las historias que se cuentan en este libro son aceradamente sombrías. Pero también necesarias de conocer. La segregación en esta ocasión alcanza a las personas azules de Kentucky, a causa de una anomalía poco frecuente, debida a una enfermedad hereditaria llamada metahemoglobinemia. A esa lacra social llamada racismo hay que sumar el sexismo, la religión y un sentido de imponer la ley por medio de la violencia.
En La librera de Kentucky (The Book Woman of Troublesome Creek, 2023/2019) de Kim Michele Richardson, se muestran dos historias poco tratadas y desarrolladas por la ficción y la historia que convergen en la resiliencia. La historia de la gente azul de Kentucky y los bibliotecarios de caballos de carga de la década de 1930. Dos ejemplos de superación máxima para triunfar en circunstancias, en muchos casos, extremas. Los jinetes acostumbraban a ser amazonas.
Cussy Mary Carter es una book woman, también conocida como «la Damisela». Es una de esas jóvenes, de apenas 19 años, que se sube a los lomos de una mula, Junia, su inseparable compañera, que le salva el pellejo en distintas ocasiones. Solas, pero con las alforjas llenas de libros, hacen la ruta de caminos inexpugnables como recónditos para llevar conocimiento a gentes nobles, pobres, que parece no escuchar sus plegarias. «La Damisela» como es conocida Cussy es «azul», también es porteadora de libros en el Proyecto de la Biblioteca Ecuestre, que se convierte en una de las valientes bibliotecarias ecuestres que usaron el poder de la alfabetización para superar la intolerancia y el miedo durante la Gran Depresión, surgido a partir del Proyecto de Caballos de Carga, auspiciado por Roosevelt, que al parecer no tenía mayor problema con la segregación racial. Con los libros y revistas que repartía, también compartía un sentimiento de esperanza en las comunidades de montañeses.
La felicidad de la «librera» como la conocen sus socios, aquellos que esperan diarios, revistas, cuentos y libros que les expliquen manualidades y remedios caseros para curar malestares físicos, como consejos para cocinar mejor, si es que hay algo que llevarse a la boca, no es la misma que se cuece en el pueblo, Troublesome. Un nombre nada casual. Richardson muestra el uso artero de la hostilidad, sin remilgos. Expone la ausencia de sororidad de las mujeres blancas respecto a la población afro y nativa y, como en este caso, a las mujeres azules de las montañas y sus familias, que se caracterizan por su generosidad y empatía. Obviamente, hay tanto roces y conflictos como episodios violentos.
La escritora norteamericana que nació y vive en Kentucky sabe de lo que habla. No resulta fácil observar a quienes están en el límite de la sociedad sin caer en la conmiseración o la indulgencia. Actitudes propias de una comunidad sostenida por el patriarcado y cerrada en sí misma, que se resiste a introducir según qué cambios y en la que la mujer, presuntamente libre, tiene dueño y propietario, sigue vigente. La autora pone el foco en la intolerancia, la violencia en el hogar, la estigmatización del color de la piel, la codicia despiadada, así como la importancia de la alfabetización.
En esta su cuarta novela la narración es atemporal, con un manejo superior de los diálogos y de los perfiles de los personajes, de cuyo gran éxito ha provocado que se enseñe en las escuelas secundarias y universidades. Para intentar ser feliz, no solo hay que vivir en lugares alejados y de difícil acceso, sino que se debe soportar escrutinios basados en la mentira y el pornográfico peso de los estereotipos. En el imaginario de Kim Michele Richardson hay que suponer que la naturaleza no está intoxicada. Es dura y sus accidentes atmosféricos pueden ser implacables, pero el sol sale cada día para todos por igual en La librera de Kentucky. Una novela necesaria para entender que la falta de solidaridad e igualdad es un tóxico que corroe sin freno la convivencia. La libertad no se concede, se tiene per se. Pero como derecho que es, es necesario saberla ejercer. Y como las montañas de Kentucky es una tarea tan dura como gratificante.
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