Dejémoslo claro, por si pillamos a algún despistado: La Evolución del Hombre al Pájaro es Víctor Algora. Y no, las canciones recogidas en su disco de debut no son material menor ni sobrante. Es más, muchas de ellas tienen potencial para llevar a su autor un par de peldaños por encima de la respetable posición que se ha ido ganando poco a poco en el panorama independiente patrio.

¿Por qué ocultarse bajo un nombre artístico diferente, entonces? Todo es cuestión de un envidiable sentido del orden de nuestro hombre. Consciente de que el carácter de estas composiciones le pedía un tratamiento más electrónico y “tecno” que lo que se ha llegado a esperar de su proyecto Algora (con cuatro discos publicados ya), Víctor ha preferido darles salida por separado, adoptando un nombre que por lo visto está rescatado de un poema inspirado en su primer gran amor (aunque a mí eso de evolucionar hacia un pájaro, me recuerda al hermoso proceso de mutación y autoafirmación narrado por Antony Hegarty en I am a bird now).

La cosa es que las diez canciones que nos ocupan son Víctor Algora en estado puro, con su ya inconfundible estilo de construir melodías, y con una sorprendente habilidad de crear historias que combinan cotidianeidad, fantasía e imágenes evocadoras. Al tiempo, se descubre ante nosotros un impecable programador y creador de sonidos, ya que todo lo que suena ha sido grabado y arreglado por él en su estudio casero (con la excepción de las voces, para las que contó con la inestimable ayuda de Raúl Querido).

La cosa circula entre el tecno-pop, el electro, el tecno-dream, el house, y demás etiquetas electrónicas que servidor ya no atina a diferenciar entre sí. El gancho de muchos de los estribillos nos trae a la mente al mejor Nacho Canut , o aún diría más: al añorado Carlos Berlanga. Vamos, que los que añoren determinados valores extintos desde los días de la movida, tienen tela que cortar. La diferencia estriba en que aquí no es todo desenfado y frivolidad, ya que incluso en los temas más pegadizos y eufóricos reina un poso melancólico que ya parece inherente a la voz y a las creaciones de Algora.

Como decíamos, las letras merecen capítulo aparte, con narraciones tan delirantes como la de Muerte y destrucción en los grandes almacenes (que, por volver a la Movida, funcionaría como reverso tenebroso de aquel Enamorado de la moda juvenil, con diseños de moda que estallan y que cercenan los miembros de las modelos), o esa narración de ligues imposibles en una discoteca indie (Barba de tornado australiano de fuego).

En Dumbo sin orejas, se describe sin piedad la figura de algún artista que va a descubrir que no es tan especial como pensaba. Podemos asegurar que no tendría que haber nada de autobiográfico en esta composición. Algora es un elefante diferente, y La Evolución del Hombre al Pájaro le ha dado orejas para volar aún más alto.