Casualidades del sector —¿o no? precisamente regresa el lejano Oeste en plena «era Trump» y «alta política» en Twitter— tenemos otro wéstern entre manos en este 2020. Aunque los corsés y las definiciones sirven de poco si hablamos de Ishmael Reed, el más afilado de los sátiros literatos que la editorial La Fuga está rescatando en una labor encomiable. Y que, en La caída de Yellow Back Radio, hace añicos el género yanqui por excelencia con una historia imposible, retorcida, concupiscente, reivindicativamente afroamericana, absolutamente irreverente… y libre.

Cierre de una hipotética trilogía, la más demente y subversiva de las letras norteamericanas, La caída de Yellow Back Radio supone el reencuentro de un servidor con el escritor de Chattanooga, Tennessee. Y, tras Mumbo Jumbo, la imposible revolución negra en pleno Renacimiento de Harlem a ritmo de Jes Grew; y Vuelo a Canadá, la Guerra de Secesión y el masivo éxodo negro al norte revisitados para ridiculizar la novela de esclavitud, este alucinado wéstern certifica la voluntad del autor de demoler los níveos pilares de la historia y la literatura estadounidense, ahora a caballo. Y es «puro Reed». Tanto que merece que vayamos por partes. 

En primer lugar, por su prosa: loca, emancipada y afiladisima. Una verborrea incontenible que marida los lugares comunes del Oeste y la tradición oral con el slang más salvaje, por supuesto sin importar los hilarantes anacronismos. Las indiscutibles marcas de la casa de la pluma underground del afroamericano. A destacar, de nuevo, el trabajazo de Inga Pellisa —me encantaría una jornada «Traduciendo a Ishmael Reed», en la que nos hablase de su tarea, entre titánica y milagrosa—. Después de tres novelas reedianas, el estilo de La caída de Yellow Back Radio quizás no sorprenda tanto, pero su libertad y libertinaje siguen fascinando.  

Segundo, debido a su planteamiento, todo lo incidental que se quiera, pero atentos, porque se las trae. Un extravagante circo llega al aislado pueblo que da título al libro, territorio de frontera gobernado por críos hasta que los expulsados adultos recurren al terrateniente local, un Calígula «de chichinabo», Drag Gibson. Sin embargo, uno de los miembros de esa farándula inmersa en el conflicto es Loop Garoo Kid, cowboy afroamericano experto en maleficios hudú y dispuesto a la venganza. ¿Alguien da más? La cantidad de situaciones disparatadas, intervención del Papa de Roma incluida, surgidas de ese enfrentamiento, casi alcanza los casos de corrupción del PP —palabras mayores, lo sé—.   

Y, finalmente, por lo que La caída de Yellow Back Radio apenas oculta bajo su mordaz superficie. Escrita en 1969, cénit contracultural y psicodélico, la falacia de algunos de los mitos fundacionales de la cultura de EEUU reunidos en la novela del Oeste, como su conquista y la frontera, quedan expuestos frente a una perspectiva afroamericana virulenta y socarrona. Mediante su saboteadora combinación de géneros y lenguajes, Ishmael Reed nos muestra la violencia y celeridad fagocitadora de un país de enfermiza voracidad. Y el olvido deliberado de la cuestión racial. Rasgos que continúan tristemente vigentes hoy en día. Siglo XXI, Black Lives Matter. 

Es cierto, en La caída de Yellow Back Radio tenemos una trama de premeditada ligereza, incluso deslavazada. No obstante, esto no es Django desencadenado, un espectacular envoltorio algo hueco. Su interior alberga constantes cargas de profundidad sobre la identidad negra, arrinconada frente a la imparable construcción de una idea de nación basada en ¿sólidos? pilares. La siempre maquillada victoria bélica —nunca es sangrienta cuando ganas—. El supuesto e infinito progreso capitalista. E indisociable a éste, el individualismo rampante. Las balas —o el látigo y los conjuros— de Reed resultan risibles en apariencia. Pero, muy al contrario, no podrían ser más certeras. 

Porque Ishmael Reed está atizando con despiadada fiereza, puede que rayana en lo soez en  varios pasajes —lo que muestra el deformado espejo asusta—, a la sociedad norteamericana. El infantilismo de su mentalidad —no me refiero únicamente a los niños gobernantes—, terreno abonado a las adicciones como la tele y el sexo. Lo grotesco e inane del comportamiento de sus personajes. Lo absurdo de sus jerarquías y dogmas. La querencia por la violencia. Todo un dislate de libro que, sin embargo, se torna en funesta profecía ante el gobierno del «bufón naranja», su séquito y acólitos, y la actual situación de caos y quiebra social, permanentemente analizada en tertulias y redes sociales.  

En el fondo, la mirada de Reed en La caída de Yellow Back Radio es desoladora. Las instituciones, políticas, militares, religiosas, verdaderos miembros de ese circo llamado Estados Unidos, son absolutamente trituradas. Drag, el villano villanísimo, es tan patético como Trump. No obstante, el antihéroe deseoso de reescribir la Historia también tiene barro en su botas —ese final— y supersticiones encima. Hasta el mismísimo Elvis —metáfora perfecta del país y sus creencias— se lleva lo suyo. No hay buenos ni malos, quizás el envite definitivo al western y a su país. Por eso, no queda más que celebrar la capacidad de Reed para repartir semejantes andanadas mientras se ríe de todo y de todos.