El deL.A. Witch del viernes pasado fue un concierto que no nos quitó el aliento, pero nos dio momentos hilarantes que difícilmente volveremos a experimentar.

Llegamos a la Sala Upload puntuales para ver a los teloneros, The Black Sheep Explosion, que empezaron con unos tres cuartos de hora de retraso y no con demasiado buen pie: la voz fallaba, la coordinación también; tal vez no era su día. Tras un par de temas, salimos a tomar el aire.

Desde la terraza de la Upload, que da a la plaza principal del Poble Espanyol, el panorama era aún peor. La plaza se llenaba por momentos como si allí fuese a celebrarse un congreso de Jóvenes Ciudadanos. El acontecimiento no era otro que un concierto de Taburete, la banda liderada por el hijo del ladrón de guante blanco patrio más célebre de los últimos años: Luís Bárcenas. El pop-rock genérico de Willy Bárcenas despertó pasiones entre el público, que lanzó enérgicos vítores al verle aparecer. Lo primero que hizo Willy fue gritar un “¡viva España!”. Patriotismos o no a parte, si a su padre le cayeron 33 años de cárcel, a él deberían caerle 33 de inhabilitación musical. Menudo bochorno. Por suerte, no tuvimos que aguantar ni medio tema. Era la hora de las californianas L.A. Witch.

Por fin, la cantante y guitarrista Sade Sanchez, la bajista Irita Pai y la baterista Ellie English pisaron el escenario, algo menos exaltadas y mucho más sobrias que Willy Bárcenas y los suyos. Pese a lo que puedan evocar su estética (aunque cada una tiene su propio estilo, las tres visten completamente de negro) o su nombre, L.A. Witch no hacen metal ni rock gótico, sino rock con ecos psicodélicos y una clara influencia del punk e incluso del garage, el surf rock o el dream pop.

Estas tres rockeras de negro consiguen crear —a base de guitarra (difusa y generosa con los reverbs), bajo y batería— una atmósfera en la que perderse, una cadencia narcótica y oscura, a la que contribuye la voz aterciopelada, suave y seductora de Sade Sanchez. El tema que abre su único y homónimo álbum (Suicide Squeeze Records, 2017), ‘Kill My Baby Tonight’, evidencia (junto con su nombre) el lugar de procedencia del trío: Los Ángeles. Suena a surf, a garaje, tanto nos transporta a una escena de Mulholland Drive como al desierto de Mojave. La guitarra de ‘You Love Nothing’ es pura psicodelia y nos recuerda, por momentos y salvando todas las distancias posibles, al último concierto de los también californianos Wooden Shjips, a quienes vimos el otoño pasado en la misma sala.

Pese a que L.A. Witch giraron durante tres años seguidos antes de publicar su álbum, y eso se nota en su ejecución y soltura, lo cierto es que fue un bolo bastante plano y monótono. Su capacidad para evocar un momento, un lugar o una atmósfera específicos a través de su sonido es innegable —parecen conseguirlo sin apenas esfuerzo— pero se siente insuficiente. El público tal vez estaba cansado de toda la semana, pero solo conseguimos identificar a una pareja que parecía estar gozándolo de verdad… dándose el lote.

Terminó el concierto y, en vez de desear que Montjuic fuesen las montañas de Santa Mónica, volvimos de nuevo a la realidad. Nos fuimos con la sensación de que Taburete consiguió emocionar mucho más a su público que L.A. Witch al suyo.

Fotos: Verónica Estrada @_nica_