Siempre había querido comenzar una reseña así… De los creadores de Paul está muerto y otras leyendas urbanas del rock, Héctor Sánchez y David Sánchez, ahora nos llega, también gracias a Errata Naturae, Kubrick en La Luna. Una nueva vuelta de tuerca a la mitomanía, los bulos, las anécdotas y las coincidencias sorprendentes. A lo macabro, lo surrealista, lo trágico y lo cómico. Y, por supuesto, a la historia y a la magia del séptimo arte. Luces, cámara, mentiras y… ¡acción!
Como ya ocurriera con el anterior volumen, dedicado a discernir las trolas más sensacionales del «planeta rock», el periodista Héctor Sánchez se adentra aquí en la historia del celuloide para, de forma amena y liviana, recopilarnos aquellos relatos ficticios que, en algún momento —y algunos, durante mucho tiempo— se convirtieron en la «crónica imposible pero cierta» de la gran pantalla. A su lado le escolta el otro Sánchez, responsable del tan característico estilo visual de la editorial, introduciendo y resumiendo con sus ilustraciones cada una de las treinta y tres historias aquí reunidas. Errol Flynn, Frank Sinatra y el Kubrick-vía-NASA de la cubierta son especialmente memorables.
Al igual que sucedía con Paul está muerto, la variedad de equívocos, engaños y chismes que se «salen de madre» es uno de los puntos fuertes de Kubrick en La Luna. ¡Bulos para todos! Y como hablamos de cine, casi que también podemos hacerlo de malentendidos, exageraciones y mitos «por géneros». Cómicos y livianos, como las afortunadas casualidades de la película más sobrevalorada —oh, herejía— de todos los tiempos, Casablanca, los inventos imposibles de Regreso al futuro, o la disparatada guerra entre las divas Bette Davis y Joan Crawford; tragicómicos, abanderados por el trío de inmortales genios que forman Buster Keaton, Charles Chaplin o Groucho Marx; terroríficos, con abundancia de Profecías, Poltergeists y Exorcistas, pero sobre todo con ese alucinante coche maldito que no solo acabó con James Dean; subidos de tono, liderados por —no es coña— la factoría Disney y seguida por El Mago de Oz. Junto a lamentables, auténticas tragedias, como la archiconocida matanza de la secta de Charles Manson, o las escabrosas muertes de Jane Mansfield, Bruce Lee... e hijo.
También hay muchísimos egos y quebradizos, frágiles orgullos de directores y actores, que van de Spielberg a George Lucas pasando por Clark Gable. Y amplificaciones interesadas de estas situaciones enrevesadas —cuando no morbosas—, de la prensa torticera y sensacionalista, ávida de hallar o, en su defecto, inventar escándalos. Y esto antes de la era de las redes sociales, los «trolls profesionales» o ciertos señores directores de estercoleros —perdón, quería decir diarios—. Algo que en estas páginas sufrirán los hermanos Coen, Jamie Lee Curtis o el pobre Woody Allen, entre otros. Pero también alimentadas por el propio Hollywood y compañía, haciendo suya la máxima de que «toda publicidad es buena publicidad». Un hecho que entronca con el otro denominador común a todas estas leyendas cinéfilas. Su poder de seducción, su capacidad para «incrustarse» en nuestro imaginario colectivo —al lector le van a sonar un buen puñado de ellas—. Su halo extraordinario, de que «cualquier cosa puede pasar». Y es que ¿no es el cine una ilusión? Pues aquí encontraréis sus versiones más extremas y rocambolescas ¡Que comience la lectura!
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