El Nobel a Dylan despertó discusiones de todo tipo en torno a la adaptabilidad de la literatura a formatos varios, y  sobre las posibles distancias entre un letrista y un poeta o novelista. Por suerte, igual que la música de hoy en día asimila de manera natural las más alocadas mezclas estilísticas (lejos de aquella época donde las diferencias entre aficionados de géneros enfrentados provocaban auténticas batallas campales), puede que en breve tales disquisiciones queden como cosa del pasado, no sólo gracias al precedente de Dylan, sino por la propia naturaleza “multitask” y “multiredes” de las nuevas generaciones.

Tomemos por ejemplo a Kate Tempest, una joven londinense que ya acumula algunos de los más notorios reconocimientos en el mundo de la poesía y el teatro (premio Ted Hughes, señalada por la Poetry Society, colaboraciones con la Royal Shakespeare Company), pero es que además cuenta ya con una novela publicada, y (aquí viene lo peliagudo) pasa gran parte de su tiempo en los escenarios… cantando. O mejor dicho, rapeando, con un flow entre el hip-hop y el “spoken word”, y con bases musicales supervisadas, por ejemplo por Dan Carey (M.I.A., Hot Chip).

La carrera musical de Tempest no es, ni mucho menos, un segundo plato en su oferta creativa. No en vano, su debut, “Everybody down” (2014) llegó a estar entre los nominados al prestigioso Mercury Prize, y este segundo trabajo que nos ocupa redobla la apuesta con mayor seguridad vocal, y con una narrativa, si cabe, más enfocada.

El peso poético de Tempest no la aleja necesariamente de una realidad muy terrenal y palpable. “Let them eat chaos es una obra tremendamente ambiciosa, pero al mismo tiempo resulta muy sencillo identificarse con sus historias de barrio entrelazadas por azarosas circunstancias. A lo largo de este ciclo de poemas, descubrimos a siete personajes que viven en una misma calle anónima de Londres; cada uno de ellos arrastra sus propias circunstancias (desde la paranoia, hasta los efectos de la gentrificación, la afición a las redes, o el alcoholismo como escapismo engañoso). Los encontramos a todos a las 4:18 de la madrugada, una hora que Tempest identifica como ese punto intermedio en donde, si no estamos dormidos, nos quedamos a solas con nuestros tormentos y donde podemos tener serias dudas sobre si realmente volverá a amanecer.

Se trata de una obra llena de matices y muy entretenida para quien tenga un nivel de inglés suficiente como para dejarse llevar por las historias de una chica que, sin ser realmente una rapera ni una escritora en el término clásico de la palabra, tiene magnetismo de sobra en cualquiera de los campos en los que trabaja. En su defecto, siempre puede uno agarrarse a “Mantente firme, el libro de poemas que se ha publicado traducido en nuestro país.