La épica del directo

Nada puede ir mal cuando se juntan todos los elementos en un escenario: la magia, el ‘duende’, la profesionalidad, la energía pura…Entonces, las cosas salen bien, o más bien rozan lo sublime. Esperaba eso de Kamasi Washington y su banda (¡y qué banda!) meses antes cuando anunciaron el paso de su gira por España. “A Kamasi no me lo pierdo en directo, además llevará musicazos”, me dije entonces. Eso mismo fue lo que corroboré el domingo pasado en La Riviera. El karma y el poder hipnótico de la música en vivo. Y como las alianzas poderosas entre los músicos, esa química entretejida (a base de saber estar, de talento, de buena conjunción de los elementos) se convierte en algo especial e intangible, en un manjar para oyentes, en un disfrute para la escucha.

Ese es el poder del jazz en directo. Y es que Kamasi Washington bebe del jazz de John Coltrane, de Charlie Mingus o de Ornette Coleman, pero toda esa vertiente clásica la hace contemporánea (no hay que olvidar que ha colaborado con el dúo femenino Ibeyi, con el maestro del funk Robert Glasper o más contemporáneos como Thundercat, o estrellas del hip-hop como Kendrick Lamar, Snoop Dogg o Raphael Saadiq). Y eso con tan solo un único disco ‘The Epic’ (Brainfeeder, 2015) y un EP ‘Harmony of Difference’ (Dom Chi No / Young Turks, 2017).

Kamasi salió vestido con su atuendo africano por montera. Transmite buen rollo, de paz y hermandad. Pero no de una manera insulsa, sino a través de la música. Sus pequeñas intervenciones entre canción y canción desprendían un discurso de respeto y amor por la diversidad de los países que visita en su gira. Por lo hermoso que es la diversidad de culturas, tradiciones; el poder conocerlas y convivir entre ellas. También denota un cariño y un reconocimiento a su raza y a sus orígenes, como africano, como afroamericano. No en vano tocó “Black Man”, una versión muy ‘sui generis’ del clásico de Stevie Wonder.

Arrancó su concierto con “The Magnificient 7” de esa obra excelsa que es ‘The Epic’. Y ya apuntaba alto. Como queriendo subir la intensidad musical desde el primer momento. Acompañado por una banda fascinante, de 10, en formato octeto (dos baterías, contrabajo, teclista, trombón, vocalista, y su padre Ricky Washington al saxo soprano y la flauta travesera). Exprimió sus temas en directo, dándoles una vuelta, aportándoles más chicha, dejando lucirse a cada uno de sus músicos en las presentaciones.

Emotivo fue cuando agradeció a uno de los seres más importantes en su vida. Y celebró el cumpleaños de su padre Ricky, y toda La Riviera cantó el cumpleaños feliz en español. Orgullo de hijo. Orgullo de música. Orgullo de público que estuvo metido en el concierto, que respetó los silencios, que bailó y disfrutó. Fue una auténtica maravilla.

También tocaron temas de su EP. Con esos términos tan filósficos y profundos como “Truth”, “Desire”, “Knowledge” o “Humility”. En una especie de secuencia, reprise, sobre una misma base melódica. Y es que esos fraseos de la sección de vientos fueron espectaculares. ¡Qué manera de ensanchar las notas, de hacer crecer la música en tu percepción!

Como primicia tocó “Fist of Fury” y “The Space Travellers Lullaby”, los dos magníficos sencillos anticipo de su próximo disco ‘Heaven and earth’, cuyo lanzamiento está previsto para el 22 de junio. Y especialmente sabrosa es la primera pieza, “Fist of Fury” suena espectacular, luciéndose la vocalista (que también se lució en “Leroy and Lanisha”). Y en todo momento triunfaron sobre todo esos solos, esos crescendos, esos fraseos que reproducían hasta el más allá, en un afán por alargar el éxtasis, en una perfecta comunión con la música, los músicos y sus canciones. Todo un auténtico banquete musical, sin florituras ni pastiches gourmet, sino con cocina musical tradicional, pero ampliando sus recetas.

Para mí es desde ya uno de los conciertos más espectaculares que he visto en mucho tiempo: por intensidad, por conexión en la banda, por el tratamiento, improvisación y expansión de los temas en directo, y por un bonito karma que dirige todo a esos lugares donde no hay fronteras y todo fluye con naturalidad. La música en directo tendría que ser esto: verdad y argumentos.