Vivimos en la era de las series y los remakes pero, afortunadamente, las secuelas no siempre equivalen a falta de imaginación y producción en masa. ¡Invisible Harvey están de vuelta! Dos años después de su debut La puerta giratoria, el septeto barcelonés liderado por ese «hombre del renacimiento» audiovisual —guionista, realizador de cortos y videoclips y miembro de La Banda Municipal del Polo Norte— que responde al nombre de Dimas Rodríguez regresa, de nuevo de la mano de El Genio Equivocado, con No es justo que llegues ahora. Segundas partes pueden ser buenas… si versan sobre «pop pluscuamperfecto».

Igual que lo hacía su primera entrega, No es justo que llegues ahora comienza de forma arrolladora, poniendo todas las «cartas sobre la mesa». O lo que es lo mismo, una simbiosis de buen gusto, melodías indelebles y una querencia por el embellecimiento instrumental que, desgraciadamente, suena a anatema en estos tiempos de autotune desbocado. «Si quieres viajar al pasado, llama a tu contestador» —un buen puñado de títulos podrían ser microrrelatos Monterrosianos— es la encargada de «abrir fuego» con cristalinas guitarras, armónicos coros que asemejan arrullos, y unas cuerdas —a cargo de los «sospechosos habituales» Joan Gerard Torredeflot y Núria Maynou, actores esenciales para entender «el sonido Harvey»— que transforman la pieza en una joya del pop de cámara rematada por todo lo alto.

Le sigue rauda y jovial «Carta a un helicóptero», con su estética mitad sofisticado guateque, mitad película añeja de suspense de estilizadísima presencia. Philadelphia Sound a la carrera con infinidad de detalles melódicos —algo en lo que tienen mucho que ver Cristian Pallejà y Ferran Resines, que no solo repiten en las labores de producción, sino que se convierten en alquimistas indisociables de la banda, responsables de ese aderezo mágico—, cinemáticos interludios de piano, explosiones sónicas, letra surrealista y arrebolado final… La épica según el libreto de Invisible Harvey tiene auténtico swing, y bastante más flow que esos farsantes adictos a las poses «canallitas» que tanto se estilan últimamente…

Aminorando la intensidad, que no el tino, les sigue «Te da vergüenza ser feliz», más reposada y directa, con la guitarra liderando y trazando las líneas melódicas que arman la canción, abocada delicadamente a otro gran estribillo in crescendo, una de las marcas de la «casa Harvey». Tras semejante trío de ases, por fuerza la pensil «Fui el número 1 (y también el último)» pierde algo de comba en comparación con su vaporosa morosidad, cuasi una balada de aires americanos que podría haber firmado Jeff Tweedy. En cambio, «Un árbol de navidad nos planta cara desde la ventana» recupera los lugares comunes de «Carta a un helicóptero» y, aunque en una versión menos memorable y sencilla, refulge con su solo de guitarra central —Ivo Iglesias tiene varios momento sobresalientes en este disco— y el estupendo «duelo al sol» posterior entre la voz de Dimas y las cuerdas que precede el cierre del tema.

Entramos en el ecuador de No es justo que llegues ahora con «Un puñetazo en el corazón», una de esas raras ocasiones en que una tonada en principio fatua, excesivamente facilona a lo Randy Newman, esconde un tesoro pop en toda regla. Henchiéndose sin dejar de mostrarse vulnerable, la acompasada entrada de los teclados, su desarmante muletilla titular, su cautivadora coda final, las dobles voces con Núria Maynou, los vibrantes coros con redoble de tambores de David Romero… En una palabra: emocionante. No le anda a la zaga «Vivo en una casa encantada», con su juego de estrofas contenidas y bordón huracanado, tocando a rebato en un estribillo que encajaría como un guante en el Absent friends de mis admirados The Divine Comedy.

De nuevo cruzamos el Atlántico para toparnos con la pieza titular de No es justo que llegues ahora, medio tiempo guitarrero de letras muy personales donde los aires del country alternativo se inflaman con las cuerdas y las influencias de Clem Snide y Wilco se hacen evidentes. Más sugerente y original resulta «Salí al escenario porque me lo pidió el mago», brumosa y ligeramente sombría, donde los arreglos y la esmerada instrumentación están al servicio de ahondar en la creación de esa atmósfera turbulenta, la herida latente finalmente abierta. Y expuesta.

Quedan dos últimos «cartuchos» por gastar. El primero, «Tengo el pelo oscuro desde esta distancia», parece transitar en los mismos ambientes que la canción anterior, aunque a medida que está se despliega, en realidad nos topamos frente a una pieza cadenciosa y sicalíptica, efluvios souleros apuntalados en un piano serpenteante y unas trompetas jericonianas que apuntalan esa reunión privada a la que el oyente ha sido privilegiadamente invitado. Y tras los encuentros en la intimidad, avistamos la mañana después en «Tú y yo juntos somos un zoo», perfecta coalescencia entre fondo y forma, la amanecida en cavilante quietud tan sólo rota por esas guitarras que se expanden a lo Spiritualized en un final apoteósico que merecería un videoclip acorde.

Repitiendo fórmula —quizás algún que otro truco, también— pero siguiendo su propia senda, en las antípodas de las actuales modas efímeras y, sobre todo, demostrando un cariño por la orfebrería musical en la canción que, tristemente, ya no se estila, Invisible Harvey acaba de superar el reto del segundo disco con nota. Honrando el otrora noble arte del pop.