Hoy, cero rodeos. Porque traigo Historia de Shuggie Bain, espléndido debut del escocés Douglas Stuart publicado por Sexto Piso. Un «novelón» ganador del Premio Booker y destinado a copar las listas de lo mejor del año en nuestro país. Un drama con hechuras de clásico que retrata los estragos de la clase obrera postindustrial —arrasado por el neoliberalismo salvaje de Thatcher, siempre Thatcher— en el Glasgow de los 80 y principios de los 90, a través de una madre sumida en el infierno del alcoholismo y la relación con su hijo menor, los inolvidables Agnes y Shuggie Bain.

Nacido en Glasgow en 1976, la vida de Douglas Stuart no parecía dirigida a la literatura, sino a la moda. Se licenció en el Scottish College of Textiles y obtuvo una maestría del Royal College of Art de Londres. Sin educación formal en literatura, Stuart se mudó a Nueva York a los 24 años para iniciar una carrera en el diseño. Allí trabajó durante más de dos décadas para marcas como Calvin Klein, Ralph Lauren o Banana Republic, compaginando su trabajo con la escritura —sus primeros textos vieron la luz en The New Yorker o LitHub—. Historia de Shuggie Bain apareció en 2020, tras múltiples rechazos editoriales y diez años de gestación. Aunque su autor ha llevado dentro este libro mucho más tiempo…  

Y es que Historia de Shuggie Bain no es autoficción —afortunadamente, añadiría, las memorias literarias nos están sepultando—, pero sí fuente inagotable de inspiración. Sighthill, las desmoralizadoras urbanizaciones de la capital escocesa, la bebida, la pobreza y falta de esperanza, la estructura familiar, el abandono paterno, la homosexualidad, el ser y sentirse «distinto» en un entorno hostil… Elementos clave —otros me los guardo para evitar espóilers— de la novela reflejan también la propia vida de Stuart. Lo que explica el extraordinario nivel de profundidad, matices y riqueza tanto en sus personajes principales como en su aciago devenir.   

A principios de los 80, la otrora próspera ciudad minera de Glasgow está siendo brutalmente desmantelada por las políticas neoconservadoras, que alejan la industria de la costa oeste escocesa. El desempleo masivo asola la región y con ello, las adicciones y los problemas familiares. Agnes Bain, madre de tres hijos y con un cabronazo por infiel marido, vive frustrada ante lo que le ha deparado la existencia, en las antípodas de sus sueños, materiales y emocionales, de prosperidad. Abocada a la botella, su ruin esposo los traslada a Pithead, un pueblo minero que podría ser un nuevo comienzo… Si no fuera porque el cambio va a agravar, exponencialmente, los problemas.

Historia de Shuggie Bain es una mirada de frente, rebosante de humanidad y dignidad, al abismo. Agnes y sus vástagos se ven atrapados en un lugar devastado, sin futuro. Una comunidad singular, más bien islas de rencor y tedio, marcadamente matriarcal —brillante disección de un microcosmos en el que los hombres son birrias ausentes y derrotadas—, donde la desesperación y la soledad son la uniforme decoración. Un ambiente opresivo que empuja a la madre a la autodestrucción etílica, ante la mirada de sus hijos. Los tres se ven sumidos en la encrucijada de intentar salvarla… o salvarse a sí mismos. Sólo el más pequeño, Shuggie, no estará dispuesto a rendirse.

El vínculo entre Shuggie y Agnes es el eje de Historia de Shuggie Bain y sumerge al lector en una relación simbiótica y tortuosa, que explora los límites del amor frente a la adicción y la pobreza. Además, le permite a Stuart construir la parte de bildungsroman, de aprendizaje, de la novela. En sintonía con su madre, la sensibilidad del muchacho, afectado y meticuloso, no podría casar menos con un entorno tan agresivo y viciado. Es carne de bullying y desprecio en una época en que el «diferente» sufría e intentaba por todos los medios ser «normal» —esos resultados de fútbol—. Y, por si fuera poco, un acto de fe titánico, tiene que sostener un hogar. 

Aunque, a mi juicio, el personaje mayúsculo, absolutamente memorable, es Agnes Bain. He leído muchísimas obras donde el alcohol es un ingrediente esencial. De hecho, admitámoslo, con frecuencia la literatura —ni hablo de la realidad, aquí preferimos salvar bares en vez de hospitales— heroifica bebida y bebedor. Douglas Stuart es infinitamente más honesto. Nos abruma con la descripción de la ebria tragedia de los Bain, y lleva a Agnes a un nivel de degradación y dolor que nos desgarra. No obstante, el escocés combina magistralmente lo truculento con la compasión «sin almíbares» por sus creaciones. El resultado es extraordinario. 

Los ecos de Frank McCourt, del Kes de Barry Hines, el cine de Ken Loach o Mike Leigh —trío de indispensables—, incluso de Charles Dickens, están ahí. Sin embargo, Stuart ha logrado dotar al libro de una voz propia, firme, sosegada, sin miedo a la dureza ni tampoco a la calidez —plasmada sin fisuras por la traducción de Francisco Gonzalez López—. Y un enfoque que apuesta por una sensibilidad distinta, digamos «en femenino», mediante un detallado retrato de una sociedad en declive, abocada al desafuero y la desazón. En definitiva, Historia de Shuggie Bain es un debut formidable. Y una de esas felices lecturas que —aviso a navegantes, tened pañuelos a mano— te afectan.