El nuevo reto viral

El género cinematográfico que se regenera cada año con, al menos, una propuesta original que parece salida de la nada, es el terror. Háblame, ópera prima de los hermanos Danny y Michael Philippou, es un irresistible producto que da con una idea de esas que generará decenas de cintas similares. La película se esmera, primero, en situar a sus personajes en unas coordenadas de cotidianidad y normalidad, que luego darán paso a lo fantástico -y a lo terrorífico- de una manera muy interesante, pasmosamente natural.

El mecanismo que desencadena la historia está insertado en el mundo de los adolescentes, marcado por las redes sociales, las leyendas urbanas, los creepypasta y también los -peligrosos- retos virales. Con todos estos elementos entramos en una historia que, como suele ocurrir en el género, sirve de metáfora para contar muchas cosas sobre los jóvenes y sobre su paso -siempre traumático- a la madurez. Se trata de atreverse a experimentar, por primera vez, el sexo, el alcohol o las drogas. Esas pruebas de paso, aparentemente peligrosas, pero, en el fondo, controladas y nada transgresoras, que nos hemos puesto todos, aquí son llevadas al extremo. El concepto es muy original y redondo, y resulta estupendo que genere sus propias reglas y se asome una posible mitología. 

Quizás se le puede achacar a los Philippou que, a partir de su efectiva premisa, deriven a una historia algo más convencional sobre la pérdida -el personaje de Mia (Sophie Wilde)- y la culpa. Aún así, la película tiene apuntes interesantes sobre los miedos adolescentes -al cáncer, al sexo, a los problemas de salud mental- y sobre la brecha con los adultos -la madre a la que da vida Miranda Otto-. Pero sobre todo, la película -aunque tiene humor- intenta dar miedo sin ambages, con referentes como El exorcista (1973), Sam Raimi, James Wan y cierta tendencia a la crueldad del terror indonesio. Una película muy recomendable. La sensación de terror de cada año.