7.7
Score

Final Verdict

Hay momentos en los que ‘Cracker Island’ parece más un disco de Blur que uno de Gorillaz. Y puede que esto no sea del todo bueno, pero nos da igual, porque, al final, lo que cuenta son los temas buenos. Y de eso va sobrado.

Damon Albarn comentaba en una entrevista reciente que el último disco de Gorillaz también es el más bonito de la carrera del grupo. Esto, podría ser el típico truco de entrevista promocional en el que el artista tiende a decir que lo último que ha hecho es lo mejor, o en el caso que nos ocupa: lo más bonito. Pero la verdad es que, está vez, estamos en lo cierto. En ‘Cracker Island’, Albarn y sus amigos animados se han dejado llevar por un lado más pop que hace que, en su mayor parte, estemos ante un trabajo bastante coherente. Siempre dentro de la coherencia que puede dar un disco en el que hay colaboradores tan variopintos como Thundercat, Stevie Nicks, Kevin Parker de Tame Impala, o Bad Bunny.

Lo primero que llama la atención de este disco de Gorillaz, son las canciones en las que no hay colaboradores de por medio. En ellas sale a relucir el alma pop de Damon Albarn, y tratándose de alguien que tiene semejante carrera detrás, esto no puede resultar más interesante. Además, creo que no me equivoco si digo que, por primera vez, hay temas que no desentonarían en un disco de Blur, o en alguno de Albarn en solitario. Es el caso de las relajadas “The Tired Influencer” y “Baby Queen”, que nos muestran a unos Gorillaz muy cómodos metiéndose en una electrónica elegante y sedosa. Además, la segunda cuenta con un teclado final que es una autentica delicia. Y luego tenemos esa gamberrada llamada “Skinny Ape”, la cual empieza en tono casi folk, pero termina con un derroche de punk electrónico con el que hacer un buen pogo.

Ese lado más pop también aparece en algunos de los temas con invitados extra. Ahí tenemos “Oil”, donde las voces de Stevie Nicks y Albarn se van fusionando entre unos teclados melancólicos y un bailable ritmo synth-pop. O “Silent Running”, en la que, junto con Adeleye Omotayo, uno de los miembros del The Humanz Choir de Gorillaz, se dejan llevar por la melancolía sintética y ochentera. Y hay que decir que las dos funcionan de maravilla. Como también lo hace el disco-funk de “Tarantula”, con la que es inevitable no acudir a la pista de baile más cercana.

Para lo que prefieren a los Gorillaz que fusionan hip-hop y pop, también hay un par de muestras. La primera es la canción que da título al álbum, y hay que decir que, aunque es muy efectiva, tampoco se han comido mucho la cabeza. Simplemente es un clásico tema de la banda en el que, esta vez, cuentan con un coro ultra pegadizo obra de Thundercat. Y la segunda es “New Gold”, donde, junto a Kevin Parker, se van hacia un funk bailongo, que, la verdad, cuenta con un sonido que se asemeja bastante al de los propios Tame Impala. Aunque, eso sí, no es tan evidente como el reggaetón de “Tormenta”, en la que Bad Bunny prácticamente se come al resto del grupo y cuela un tema suyo en mitad de un disco de Gorillaz. Además, uno muy simplón.