Helb, invadido por esa parsimonia tan característica que yo casi definiría como modorra de artista, interpelaba al público para que le pidiesen qué tema querían que tocase ahora, con lo que gracias al griterío del cernícalo de turno, era imposible enterarse de absolutamente nada. A cada tanda, los gritos de algún loco pedían canciones a cada cuál más alejada del supuesto repertorio de la velada y otros directamente no dejaban de atosigar a Gelb con el dichoso “Ring Of Fire”.

Entre tema y tema, Howe se tomaba su tiempo para tragar agua, sí amigos, se ve que un buen lingotazo de whisky de tu propia petaca ya no es algo que le convierta a uno necesariamente en un buen rockero. Con un buen acompañamiento en ocasiones por parte del baterista y el contrabajista, la mayoría de canciones sonaban cojas y huecas por motivos evidentes y por mucho empeño que se le pongan a ciertas cosas, quizá lo mejor habría sido no tocarlas y dejarlas como estaban.

Ese pensamiento se apoderó  de mí especialmente cuando finalmente y después de algún que otro descafeinado bis, por fin Gelb y los suyos decidieron atacar el dichoso anillo de fuego destrozándolo por completo con una interpretación tan falta de pasión como la del tipo que va recogiendo los vasos de cristal por la sala, ajeno a cualquier otro tipo de expresión artística. Seguramente yo también debí haberme quedado en casa.

Fotos: Guillermo Granell

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