Cuidado estómagos sensibles y corazones que «laten a la izquierda». Hoy hablamos de GB84 del escritor británico David Peace, una novela muy especial, durísima y devastadoramente profética, por no decir rabiosamente actual, que nos trae la siempre certera editorial Hoja de Lata. La recreación ficcional de uno de los episodios históricos más trascendentales —sino el que más— acontecidos en la Europa de posguerra. La huelga y finalmente derrota de los mineros del carbón del Reino Unido entre 1984 y 1985 en defensa de sus derechos y puestos de trabajo, amenazados —condenados, mejor dicho— por el «reinado de terror» de una de las personas más viles que jamás hayan pisado la faz de la tierra, Margaret Thatcher.

El mayor conflicto laboral en suelo europeo desde 1926, calificado por algunos historiadores como la «última guerra civil inglesa», tuvo lugar entre el 6 de marzo de 1984 y el 3 de marzo de 1985. Un año en el que, como bien señala David Bernabé en su magnífico a la par que desolador prólogo, «posiblemente murió una época, la del pacto del Estado del bienestar, y comenzó otra, la del neoliberalismo o restauración victoriana». Una protesta obrera de una envergadura colosal, tanto por su duración, como por involucrar a más de 140.000 mineros a través del Sindicato Nacional de MinerosNUM, National Union of Mineworkers—, además de debido a la respuesta siniestra de la maquinaria del «Estado Tory», con 11.291 arrestos, 8.392 acusaciones firmes, 200 sentencias de cárcel e incontables episodios de despótica violencia, decidida a aplastar la huelga no sólo para poner en práctica la privatización de las minas —en realidad una excusa basada en el siempre torticero discurso de la rentabilidad para cerrarlas poco después—, sino para destruir a la clase obrera, forzando un cambio de paradigma político-económico-social de aterradora deshumanización, individualismo extremo y ultra capitalismo salvaje al servicio del gran capital y, —efectivamente— la casta. Un sistema que, más de tres décadas después, parece que asumimos como indiscutible, pese a sus repetidas —¿o ya no nos acordamos de la crisis?— fallas, mentiras, estafas. Y atrocidades.  

Publicada originalmente en 2004, veinte años después de los hechos que en ella se relatan, David Peace, a quien teníamos muchas ganas de volver a leer tras la estupenda Maldito United que publicara Contra en 2015, se sumerge en ese enfrentamiento de forma abisal, sin miramientos, contemplaciones ni concesiones al lector, decidido a mostrar las múltiples voces y rostros del conflicto sin renunciar a una prosa esquiva y fragmentaria, reacia a la simplicidad y a la linealidad —titánica la tarea de traducción de Ignacio Gómez Calvo— que, en cambio, avanza «a borbotones» por sus cerca de 700 páginas, ahora letánica, luego acelerada, extrañamente poética después, siempre personalísima —aunque afincado en Japón desde hace tiempo, Peace nació en Yorkshire en 1967, el epicentro de la huelga y la represión policial, detalle para nada menor—. Y GB84 aturde, deprime, inquieta, indigna, confunde y pese a su innegable, áspera dificultad, atrapa.      

Piquete se enfrenta a la policía en la mina de Bilston Glen, Escocia, 1984. Foto: John Sturrock

Porque la apuesta de Peace es extraordinariamente osada desde el punto de vista narrativo. Mitad John Dos Passos trasladado a las Midlands, mitad novela negra de lóbrego tono, con personajes que, ciertamente, no desentonarían como archienemigos de Jack Carter, GB84 es una suerte de puzle donde la historia, resultado de una investigación exhaustiva, se presenta maridada a la fabulación de unos personajes, verdaderos «actores principales» o ficcionales secundarios, en medio de la vorágine de la huelga. Peace nos brinda todo el proceso a través de ellos, un tortuoso, desgarrador y brutal año en el que el lector es el invitado de excepción de infinidad de reuniones de alta tensión, votaciones desgarradoras, negociaciones fracasadas entre el NUM y la Compañía Nacional del CarbónNational Coal Board, NCB, la agencia estatal entonces responsable de la minería en Reino Unido—, batallas campales entre piquetes y policía, mítines y manifestaciones triunfales y derrotistas, corrupción a raudales, tejemanejes siniestros o, hablando claro, terrorismo de estado, ruines conspiraciones entre el poder político, económico y mediático —la connivencia del «cuarto poder» y su linchamiento interesado al movimiento sindical merecería un artículo aparte—. Y mucha incertidumbre, miedo, penurias, miseria y hambre de unos trabajadores que, como siempre, fueron quienes más expusieron… y perdieron. Por cierto, ¿no os resulta familiar?

Tanto riesgo en la estructura y el desarrollo deparan una novela con un ritmo singular, cíclico y vibrante, repleto de «hallazgos» narrativos, aunque también algún que otro «traspiés». En el primer grupo, tenemos los fragmentos de los huelguistas Martin y Peter, sencillamente extraordinarios, tan emocionantes como reveladores, trasladando el conflicto al obrero de «carne y hueso», a años luz de las personalidades y lugares en los que se decidía su futuro. En cambio, lo que nos encontramos es un quehacer diario mundano, monótono y frágil. Un ecosistema precario en el que tanta rutina sin nada que hacer excepto desesperarse ante la falta de acontecimientos puede saltar por los aires en cualquier momento ya sea por la violencia, las rencillas y sospechas, o las dificultades conyugales derivadas de una situación tan compleja.

Arthur Scargill, segundo por la izquierda, al frente de una manifestación en 1984. Fuente: Sky News

En segundo lugar, hay algo fascinante en la «pirueta estilística» que Peace propone en la otra narración de la huelga, ahora desde el punto de vista de sus líderes, o más específicamente,  de los «segundos» en la línea de mando. Creaciones literarias basadas en personajes reales con las cuales el autor cambia radicalmente de estilo, que pasa a ser más alegórico, nebuloso o, directamente, turbio. Gracias a ellas, de un lado, el contable-tesorero del sindicato Terry Winters, abnegado pero pusilánime y peligrosamente «encoñado» y, del otro, Neil Fontaine, «chófer-aunque-realmente-mucho-más» de Stephen «El Judío» Sweet, directamente ligado a la «guerra sucia» del Estado, sabemos de Arthur Scargill, el idealista —uso el adjetivo también en su acepción negativa— líder del NUM, a la vez que del abyecto esbirro de Thatcher, su miserable agente en el terreno, capaz de literalmente cualquier cosa para sabotear los movimientos del Sindicato, así como cualquier intento de negociación entre éste y la NCB. Personajes que son el vehículo de Peace para decirnos que los verdaderos monstruos no suelen ensuciarse las manos, visten traje y corbata, viajan mucho y poseen un suntuoso despacho desde donde dictan las ordenes.

En el lado no tan positivo, GB84 es una lectura extremadamente exigente para el potencial lector, una que demanda plena concentración e, incluso, una aceptación sin ambages de las particulares «reglas del juego» establecidas por Peace. Porque junto con la multiplicidad de voces y registros estilísticos, también encontramos alguna subtrama —Diane, el MI5— que involucra a los anteriormente referidos lugartenientes de los bandos enfrentados y que, a mi juicio, se nos presentan de forma calculadoramente ambigua o recargadamente truculenta. Sin duda nos impactan o soliviantan aún más, ya que insinúan hasta dónde fue capaz de llegar el Estado para derrotar a los huelguistas —apuntando a otros antecedentes deleznables del pasado reciente británico, especialmente durante el conflicto irlandés—. Pero creo que no aportan demasiado a la historia principal, de hecho desvian nuestra atención de ella, haciéndonos entrar en un terreno cercano al thriller político que creo no acaba de encajar con el resto de la novela.

Sin embargo, GB84 es una obra tan poderosa que las posibles fallas resultan nimias. Y es que, además de una novela arrolladora sobre un hecho histórico que no debería olvidarse jamás, resulta desoladoramente actual. La represión policial. La cobardía de otros sindicatos y, sobre todo, el anteriormente dirigente Partido Laborista —nunca olvidemos, el mejor continuador del legado de Thatcher fue un criminal de guerra llamado Tony Blair—, oculto en su impotencia y servidumbres. La censura. La corrupción sistemática de la justicia y la prensa, lacayos del poder. ¿Os suena? ¿Hace falta decir que no me refiero únicamente de Reino Unido? De aquellos barros, estos lodos… GB84 es una lectura muy valiosa. Y muy importante.