Froth ya no son una broma. No es que sus dos grabaciones anteriores sugirieran que lo eran, pero aún les persigue en cada reseña (y la nuestra no va a ser una excepción) la anécdota de sus comienzos, cuando crearon un álbum falso con su portada y todo, que se suponía que contendría 20 minutos de puro silencio en su interior. Por suerte, JooJoo Ashworth aprovecho el impulso de esa tontería juvenil para, ya que estaba, escribir y grabar unas cuantas canciones de verdad.

Pero es que ahora, con este tercer trabajo, son cosa más seria, si cabe. Ahondando en el camino abierto por la anterior entrega (“Bleak, 2015) y con el impulso del fichaje por la discográfica Wichita, el cuarteto angelino se ha lanzado a trabajar con el estudio con herramienta, en una producción pulida y elaborada (de su amigo Thomas Dole, al que habrá que estar atentos en el futuro) que no resta ni un ápice de energía y frescura a esa acertada combinación de noise pop, shoegazing, dream pop, krautrock e indie que ya les caracterizaba.

Escuchar “Outside briefly” es casi el equivalente a repasar el catálogo de las bandas más destacadas del pop independiente de los 90. Como hicieran Deerhunter antes que ellos, Froth hacen de sus discos una muestra (consciente o inconsciente) de conocimiento enciclopédico de lo que reinaba en el underground justo antes de la “era Pitchfork”, todo ello digerido de forma asimilable para el contexto actual (incluyendo excitantes usos del ritmo motorik, moneda de cambio común en muchas bandas recientes, en temas como ‘New Machine’, el single ‘Contact’, o a fantástica ‘Passing Things’, piedra angular del disco).

Tienen tantos recursos a su disposición, que nunca se permiten el lujo de aburrirte. Y, sin embargo, ellos lo simplifican diciendo que su influencia más marcada es la de Elliott Smith y la de The Beatles (algo que sólo se evidencia de forma marcada en la muy melódica ‘’Sensitive Girl’).