Pequeño circo, Energy flash, Nuestro grupo podría ser tu vida, Cómo dejamos de pagar por la música… Que los amigos de Contra son expertos en publicar lo que un servidor denomina «libros definitivos» sobre algunas de las escenas, movimientos, eras y estilos musicales fundamentales es un hecho difícilmente refutable. Y en este otoño suman otra «muesca» más a esa capital colección de ensayos con Freak scene. Los chalados e inconformistas que crearon la música independiente, 1975-2005, a cargo del británico Richard King. La historia detrás de los sellos responsables de algunos de los discos más relevantes del indie en los últimos cuarenta años. Do it yourself, fastídiala yourself también, sobrevive como puedas o, al menos, deja un bonito cadáver…

Ingente empresa sobre el papel, Freak scene, mejor libro de música del 2012 para el Sunday Times —por cierto Contra, Original rockers, su otro libro aparecido en 2015, ¿caerá pronto?, promete muchísimo—, exigía un autor de enjundia. Pero la trayectoria de Richard King no deja lugar a dudas. Colaborador de medios como Vice, The Guardian, The Observer, y coeditor de la revista musical Loops, King cofundó, con tan solo veintidós años, el sello Planet Records en Bristol, publicando a grupos locales como Third Eye Foundation, Crescent y Flying Saucer Attack, y nombres incontestables como Yo La Tengo. A mediados de los 90 pasó a formar parte de Domino Records, donde estaría quince años. Además, King también ha sido comisario y programador de eventos en el Barbican Centre de Londres y la Olimpiada Cultural de Londres en 2012, así como curator del Hay Festival o el Green Man. Vamos, que el «pedigrí alternativo» del autor es indiscutible…

Oasis con Alan McGee (junto a Noel Gallagher) recibiendo el Brit Award 1996. Foto: Getty Images

Resultado de dos años de exhaustiva documentación y entrevistas con los principales actores de la escena, Freak scene es una original y, por momentos, apabullante vuelta de tuerca a la historia de la música alternativa. El punk, Joy Division y New Order, los Smiths, Depeche Mode, el grunge, la música electrónica, el britpop, la llegada de internet… todos son relatos más o menos conocidos. Pero nunca —exceptuando el caso de Factory/La Hacienda, los Smiths y algún que otro documental sobre Oasis o Creation— habíamos podido conocer lo sucedido «entre bambalinas». O, para ser más específicos, en las oficinas —previamente habitaciones o garajes— donde se firmaron los contratos —o se estrecharon las manos— que dieron lugar tanto a discos indispensables como a una serie de catastróficas desdichas contables y de gestión.     

Fundados en la más absoluta precariedad, con una imparable dosis de entusiasmo y/o aún mayor de locura, el surgimiento y evolución de sellos británicos que ahora nos resultan tan icónicos como Rough Trade, Postcard, Beggars Banquet, 4AD, Mute, Factory, Blast First, Warp, Creation o Domino se asemejan más a milagros, convirtiendo a esta lectura en una verdadera caja de sorpresas. Freak scene nos está hablando de iniciativas cuasi unipersonales —minipymes tan precarias que parecen españolas—, rotundamente amateurs, absolutamente heterodoxas, ajenas a los esperables conocimientos en economía o mercadotecnia…, nacidas de la pura pasión y el corazón. Una ruptura del status quo tan radical respecto al funcionamiento de la industria musical que supuso una auténtica —si bien fugaz, si bien condenada— revolución. Resulta que los verdaderos punks estaban detrás del escenario…

Entrada de Rough Trade en East London. Foto: The Line of Best Fit 

Y es que, cada vez Factory perdía cinco peniques por sencillo vendido del brutal megahit que fue «Blue Monday» de New Order a causa de un packaging tan icónico —cortesía del gran Peter Saville— como temerariamente costoso, o cuando en los últimos capítulos conocemos como Domino reventó el mercado —cuatro millones de copias— con el debut de Franz Ferdinand para luego hacerse con los codiciadísimos Arctic Monkeys —¿el primer hype de internet?— por encima de multitud de majors, Richard King nos está hablando de unos jóvenes con mucho de «romanticismo kamikaze», que cada vez que publicaban o fracasaban comercialmente con un lanzamiento arriesgado o una apuesta fallida estaban, ni que fuera inconscientemente, rebelándose contra el sistema establecido, poniendo la música y la actitud iconoclasta e inquieta —ética y estética— siempre por delante del negocio. Sin duda perdieron la guerra —a excepción de unas pocas discográficas totalmente relevantes hoy día—, pero las batallas ganadas con forma de disco dejan un regusto de dulce derrota.

De ese modo, Freak scene logra convertirse en un ensayo de lo más inusual. Por un lado es el testimonio, profusamente documentado, de una serie de empresas singulares lideradas por personalidades irreductibles —casos de Tony Wilson o el excesivo Alan McGee en Creation—, insondables —Ivo Watts-Russell de 4AD, para quien escribe el personaje más fascinante de los aquí reunidos— o profundamente contradictorias como Geoff Travis de Rough Trade —que llegaria a ser tienda, distribuidora y discografica—. Los tipos que no sólo descubrieron-reclutaron y pusieron «en el mapa» a bandas —además de las ya mencionadas anteriormente— tan indispensables como Orange Juice, Josef K, Teenage Fanclub, Depeche Mode, Cocteau Twins, Happy Mondays, Sonic Youth, Jesus and Mary Chain, Felt, KLFBill Drummond es el otro «bicho raro» por antonomasia del libro—, Dinosaur Jr., Primal Scream, My Bloody Valentine, Slowdive, PixiesOasisProdigy y un alucinante y extenso etcétera. Sino que, a través de ellas y la idiosincrasia de los sellos, crearon aquello que entendemos como pop-rock alternativo.

This Mortal Coil, la banda de Ivo Watts-Russell (en primer plano) y Cocteau Twins

Pero, por el otro lado, Freak scene es también un recuento de errores, excesos —el hipotético podio lo ocuparían Happy Mondays, The Libertines y el susodicho McGee, imaginaos—, disparates e infortunios. Y, aunque la prosa de Richard King —traducción al castellano de Damià Alou—, diligente y meritoria teniendo en cuenta la enorme cantidad de información —mucha de ella sucede en despachos, además— y opiniones recabada, quizá no sea excepcional, la serie de triunfos y miserias recogida produce una combinación asombrosamente alquímica, convirtiendo a esta obra en un «ensayo de ensayos», que puede disfrutarse desde casi tantas perspectivas como sellos incluye en sus más de quinientas páginas. Ya sea para quienes quieran conocer el lado económico y de gestión tras la industria musical independiente, adentrarse en la trastienda de algunos discos fundamentales para cualquier melómano, o simplemente conocer una parte de la historia de la música que suele quedar soslayada, Freak scene es lectura obligatoria.