Llegamos a tiempo para escuchar la parte final del concierto de David Mead: el artista de Nashville es un fiel seguidor de la tradición musical de su ciudad, y con tan solo una guitarra eléctrica y su voz, fue capaz de hacernos recodar aquellos grupos de rock de los cincuenta enfundados en cuero y gomina. De el se ha dicho que es uno de los mejores compositores de Norteamérica, y según el propio Adam Schlensinger, el mejor el cantante. Habrá que ver que tal suenan su más de media docena de discos.

A las once en punto salían Fountains Of Wayne al escenario de la abarrotada sala de terneras del antiguo Matadero – van a tener que acortar un poco el nombre de esta sala -, dispuestos a contentar a su publico con un concierto plagado de hits. Y es que decidieron caldear el ambiente de la sala a las primeras de cambio tocando I’ve Got A Flair, Someone To Love, Denise y Mexican Wine. Una buena forma de meterse al público en el bolsillo, y tenerlo rendido a tus pies cuando le toque el turno a las nuevas.

Los de New York venian a presentar Sky Full Of Holes; un disco más acustico, y con bastantes más raíces de la música de su país. A priori, el concierto tendría que haber pegado un bajón considerable, pero The Summer Place, Radio Bar o Richie And Ruben – según ellos mismos, una canción que va sobre dos tíos muy tontos – fueron coreadas y bailadas como los hits de siempre, y salvo unos problemas de sonido, siguieron a un muy buen nivel. A partir de aquí, fueron altercando canciones nuevas (tremenda A Dip In The Ocean) con alguno de sus temas más antiguos como Hackensack o Hey Julie, en la que subieron a dos chicas y un chico a tocar los instrumentos de percusión. 

Tocaba cerrar la primera parte del concierto con la artillería pesada, y nos dieron una de cal y otra de arena: se supone que acabar el show con Joey Rey y Radiation Vibe es un éxito asegurado, pero en esta última se les fue la olla tratando de hacer un medley con una cuantas versiones, y la cagaron a base de bien, ya que incluso tuvieron que parar a mitad de canción. Menos mal que  luego lo arreglaron en el bis con una preciosa versión acústica, y tranquila de Stacy’s Mom – aunque el bajo estaba excesivamente grave – , y una rabiosa Sink To The Bottom que todos los presentes cantamos como si nos fuera la vida en ello. 

Desde luego, solo se les puede poner un par de pegas  – el sonido, y la escasa duración del concierto que fue de poco más una hora -, por lo demás, todo fue viento en popa, y nos dejaron con muy buen sabor de boca.  

Fotos: Adolfo Añino

 

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