Hay tantos grupos que fueron encumbrados antes casi de abrir la boca, y que poco después desaparecieron sin casi dejar rastro, que da un poco de miedo hablar bien de estos cinco chicos dublineses (algunos por adopción) que acaban de publicar su primer LP y que son la sensación del momento.
Grian Chatten (voz), Carlos O’Connell (guitarra), Conor Curley (guitarra), Conor Deegan (bajo) y Tom Coll (batería) son los componentes de Fontaines D.C., banda de postpunk –volveremos más tarde a las clasificaciones– que toman su nombre de un personaje de la película El Padrino. Son diferentes a muchos otros grupos por su gusto por la música folk y la poesía más mundana (así define Chatten su predilección por la generación Beat, los poetas irlandeses Kavanagh o Yeats, y grupos de raíces como The Dubliners o The Pogues). Escuchando su primer y único trabajo hasta la fecha (Dogrel, nombre que hace referencia a Doggerel, algo así como “ripios”, que es como denominan a la poesía popular irlandesa), uno se da cuenta desde el primer momento que su foco de atención es Dublín y su gente más humilde, y que, aunque los han clasificado como postpunk, tocan muchos otros palos, especialmente los relacionados con la música folk irlandesa. La mezcla, aunque no novedosa, resulta de los más atractiva.
El pasado viernes 1 de noviembre Fontaines D.C. tocaban en la sala Cool de Madrid, con el cartel de “no hay entradas” (si no dices sold out, no eres moderno) colgado desde hacía ya semanas. El público, que hacía cola desde antes de las 8 de la tarde para estar lo más cerca posible del escenario, era una mezcla entre veinteañeros y talluditos seguidores de gente tan variada como The Fall, Idles, The Pogues, o Iggy Pop (Chatten reconoce a Pop como el poeta absoluto entre los músicos, y se nota esa influencia en el grupo). Antes de que Fontaines D.C. comenzaran su concierto, pudimos disfrutar de The Altered Hours, otra banda irlandesa intensa y ruidosa sobre el escenario, a la que suelen comparar con The Brian Jonestown Massacre. Interpretaron 7 temas (empezaron con Here It Comes y terminaron con Colour Scheme y Dig Early) ante una sala llena que aplaudió su actuación.
Tardaron veinte minutos más de la cuenta Fontaines D.C. en salir al escenario, pero desde la primera nota el público se puso a bailar y a hacer pogos (alguno aprovechó la animación para un crowd surfing) hasta prácticamente el final del concierto. Sobre el escenario, el único que se movía era prácticamente Grian, que parecía que estaba nervioso esperando alguna mala noticia en un hospital, caminando rápido y erráticamente, y lanzando miradas furtivas hacia arriba. Tocaron entero su único LP, Dogrel, comenzando por Chequeless Reckless y la hiperpegadiza Hurricane Laughter (la carácterística voz de Grian y su acento es uno de sus fuertes) y terminando por ese ya casi himno que es Boys In Better Land y Big. Sólo sonó un tema nuevo, Televised Mind (formará parte del nuevo disco que están a punto de finalizar), entre los doce cortes que completaron 50 minutos de un concierto corto, pero muy intenso (en vivo suenan mucho más punk que en el disco).
El público se quedó un buen rato pidiendo que volvieran a salir a tocar algún tema más, pero no pudo ser: entre lo corto de su repertorio y que la sala tiene sesión nocturna y no deja que se prolonguen los conciertos más allá de las 11 de la noche, era poco probable que volvieran a aparecer sobre el escenario.
Ahora sólo queda esperar a que publiquen su nuevo trabajo para comprobar que su éxito no es cosa de un día, y que vuelvan pronto a Madrid con un repertorio más amplio. Sus seguidores se merecen, si Fontaines D.C. siguen al mismo nivel, al menos 90 minutos de pogos y bailoteo.
Fotos: Adolfo Añiño
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