Una de nuestras editoriales independientes preferidas, Gallo Nero, parece haber emprendido una decidida apuesta por la novela gráfica, gracias a su colección Gallographics. Y, haciendo gala de su exquisito gusto, entre sus primeras incursiones se encuentra uno de nuestros gruñones favoritos, el gran y, a raíz de la adaptación cinematográfica de su obra más conocida, American Splendor —más autobiográfica imposible—, popular Harvey Pekar. Así que teníamos una inexcusable cita doble en Indienauta. Vamos allá.
Cleveland (Gallo Nero, 2013)
En primer lugar, nos vamos a Cleveland, Ohio, la ciudad donde Pekar nació, vivió y murió —en 2010—. Y a la que, a raíz de esta obra, podemos decir sin temor a equivocarnos, el autor estuvo ligado de una manera singularmente profunda. De tal forma que Cleveland, la obra, es una nueva vuelta de tuerca a su único estilo de concebir la autobiografía. Érase una vez una ciudad, creciendo, decayendo, latiendo, viviendo al mismo ritmo que uno de sus ciudadanos, o viceversa. “Cleveland es una ciudad dura, algo abatida,dolorida, gris y malhumorada, pero generosa, con momentos de brillantez y de imprevistas e irónicas carcajadas. Igual que Harvey. Harvey Pekar era Cleveland” apostilla el periodista y escritor Jimi Izrael, amigo del autor, en el epílogo de la novela.
Cleveland adquiere una mayor dimensión emocional al saber que es la última obra firmada por Pekar antes de su fallecimiento. Realmente, uno puede comprobar como el autor del medio oeste había logrado perfeccionar su estilo seco, adusto pero extraordinariamente revelador, aquí hasta límites insospechados, logrando condensar un momento crucial, una reflexión certera, una opinión redonda, en tan sólo una viñeta. Apoyado por el excelente trabajo visual de Joseph Remnant —excelente labor en términos generales, pero simplemente maravilloso cuando se trata de usar las sombras— vemos como el alter ego ilustrado de Pekar deambula por el pasado y el presente de su ciudad para trazar la historia de un lugar que ha vivido mucho, ha conocido tiempos indudablemente mejores -otros terribles- y ahora se encuentra sumida en un decaimiento e incertidumbre que Pekar no esconde. Al contrario, quiere hablar, explayarse sobre ello.
Y es que que Cleveland sorprende por su marcado carácter político, su más que clara crítica al capitalismo desaforado que ha causado, y causa en la actualidad, en su ciudad más estragos que motivos para el orgullo. Pobreza, desempleo, desesperación, falta de futuro. Cleveland, la ciudad, podría ser cualquier ciudad mediana de nuestro país, azotada por la crisis, pero aún más vapuleada por la cortedad de miras de los de arriba y la docilidad de nosotros, los de abajo.
Sin embargo, no estamos ante una novela pesimista. Como bien sentencia Alan Moore —nada más y nada menos— en el prólogo, Cleveland es un retrato de la “asombrosa exuberancia de una existencia prosaica”, en realidad, de varias vidas que Pekar desgrana o apunta con su característica concisión y precisa observación. A través de personas convertidas en personajes, Pekar nos habla de una realidad poliédrica y mundana: deporte, trabajo, sentimientos, expectativas, desilusiones, logros… y vuelta a empezar. Igual que hermosas son las viñetas en que Pekar celebra su relación con el mundo de la cultura —esas mágicas librerías, o la música— el norteamericano consigue reflejar la belleza también en los momentos más amargos. Es el reflejo del complejo devenir humano en las ciudades que habitamos, resumida en la colosal frase, con Pekar paseando, manos en los bolsillos y gesto encogido “Sí, hubo muchos días buenos”... La última lección de un maestro.
Ego & Arrogancia. La Historia de Michael Malice (Gallo Nero, 2014)
Cambio radical de tercio con Ego & Arrogancia, parte de su colección de obras más celebradas, American Splendor, no en la forma, ya que Pekar vuelve hacer uso del género biográfico, pero sí en el fondo, dejando al lector con una sensación desasosegante, turbadora.
Y es que Michael Malice —persona real, escritor, co-creador y editor fundacional del blog satírico Overheard in New York y tertuliano de la Fox— es un personaje inquietante. No es que sea la antítesis del héroe, egocéntrico hasta lo insoportable, intransigente, vil, ambicioso… Es que el lector pensará en no pocas ocasiones que estamos frente al villano —un auténtico hijo de… vamos—. Y, sin embargo, esa también sería una definición terriblemente incompleta e injusta.
¿Se puede ser una víbora y, al mismo tiempo, agradable? ¿Un egoísta sin remedio pero también alguien íntegro? ¿Un republicano con ideas? Sorprendentemente, Malice lo es. Una contradicción permanente. Un protagonista al que no le deseas nada bueno, pero al que no puedes dejar de leer. Su historia es la de un individualista recalcitrante, un ultraliberal libertario, alguien dispuesto a hacerse a sí mismo… cueste lo que cueste. Familia, profesores, compañeros de trabajo, de partido, parejas. Todos están al servicio del objetivo final. Lograr que Michael Malice se encuentre a sí mismo. Sea, según sus propios términos, libre. Un trasunto del Howard Roark de El Manantial —mencionado varias veces en la novela— de carne, hueso y cómic.
Ego & Arrogancia es una novela gráfica chocante. La combinación de personaje extremadamente inteligente, superdotado, pero igualmente narcisista y ególatra en un mundo hipócrita, dominado por parásitos y seres ruines que gobiernan el sistema es demoledora. Porque Malice se atreve a contradecirlo, atacarlo y, cuándo puede, humillarlo. Mención especial merecen los ámbitos de la política y el trabajo. El primero se puede resumir en la brutal definición —”para mí un republicano moderado es la escala más baja de vida inteligente sobre la Tierra”— que Malice tiene de un profesor que, en teoría, debía estar próximo a sus ideas. Y respecto al trabajo, leed la página 133. Veneno puro. Cualquier cosa —valiente, aterradora, insolente, el adjetivo lo ponéis vosotros— para defender sus principios.
Aunque las ilustraciones de Gary Dumm sean claras y expresivas —los rostros son lo que más destaca— el peso de esta novela gráfica recae más que nunca en Pekar. Armar una historia tan arriesgada, en la que mantener el equilibrio narrativo es tan complicado dada la cantidad de diálogo y disquisición del resabiado personaje, con un protagonista tan odioso, y lograr salir airoso es muy meritorio. Pero es que Pekar consigue más que eso. Consigue que, una vez Malice alcanza su creativa meta —sin spoilers— uno se plantee sí vale la pena renunciar a sus principios para, simplemente, seguir la corriente y no enfadar a la autoridad, al poder. Por supuesto, comulgar con Malice —o con Ayn Rand— es pretender asumir la falacia de que el prójimo y, por ende, la sociedad, no existe. Es rechazar que la única manera de avanzar realmente es la colectiva, para en cambio regirse por la absurda ley del más fuerte —y siempre habrá alguien más depredador que tú—. Pero que estimulante es toparse con algo, en este caso un cómic, que te haga pensar a este nivel. Con Harvey Pekar siempre se aprende algo. A veces incluso sobre uno mismo.
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