Hace meses que os dije que la buena gente de Acuarela & A.Machado iban a aparecer bastante por estas páginas, gracias a su saber hacer editorial y excelente ojo para detectar historias apasionantes y arriesgadas. Pues bien, hoy me adentro, por partida triple, en la que quizás sea la referencia estrella de su fantástico catálogo, Harry Crews, algo así como la sardónica, grotesca y sonora carcajada del gótico sureño. El azote de los «normales» y el abanderado de los white-trash freaks. El «pintor» de un mundo espeluznante, brutal, desesperado y… aterradoramente humano.

Fallecido en 2012, Harry Crews escribió más de veinte novelas, ensayos, relatos y una autobiografía. Pero también fue marine, campeón de los pesos ligeros en el ejército, karateka, adiestrador de halcones, alcohólico y drogota, profesor de inglés y escritura creativa. Y, además de momentos e intereses singulares, tuvo una existencia salpicada por la desgracia, con el fallecimiento de su primer hijo, ahogado en la piscina de un vecino. Convertido en autor de culto, su influencia va más allá de las letras, como demuestra que en 1989 Kim Gordon y Lydia Lunch le homenajearan llamando a su banda de un sólo disco Harry Crews. O que forjase una íntima amistad con el actor Sean Penn, participando en Extraño vínculo de sangre (1991), debut del actor en la dirección y, en contrapartida, Crews le dedicase su novela El amante de las cicatrices (1993).

¿Preparados para adentrarnos en el lodazal? El sí debe ser rotundo. Con Crews no hay espacio para las medias tintas. Empecemos, pues.

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Cuerpo, Harry Crews (Acuarela & A.Machado, 2011)

La primera novela traducida en nuestra país de Crews es la perfecta puerta de entrada al retorcido, extremo y poderosamente identitario universo del autor. Como si John Waters hubiera decidido filmar su siguiente astracanada cinematográfica sobre el más que peculiar mundo del culturismo, freak a más no poder, pero pertrechado con una desconcertante y descacharrante conciencia de clase… la de «la escoria de la Tierra».

El hotel Blue Flamingo en Miami es la sede donde se celebra el campeonato de culturismo más importante del país, donde se coronará a la flamante Miss Cosmos. Y Shereel Dupont, antes Dorothy Turnipseed, es una de las máximas aspirantes a alzarse con el título. Pero con lo que no cuenta ni la culturista, ni su obsesivo entrenador, ni nadie en toda Florida, es que van a contar con un apoyo inesperado y más que problemático. Toda su familia ha venido desde Waycross, Georgia, para verla competir. Las siete plagas de Egipto en versión redneck.

En Cuerpo, Crews retrata dos mundos desagradables y excesivos, culturismo y «paletos», de esos que en principio repugnan, y los hace colisionar. La tensión es latente y la violencia está permanentemente al acecho, pero el autor opta claramente por la ligereza y el humor negro, perverso, a la hora de plantear situaciones siempre a punto de estallar. La atronadora carcajada a la que antes me refería, y no el choque frontal. De hecho, precisamente esa ligereza es la que puede difuminar que esta novela esconde bastante más que un hilarante vodevil de músculos, cremas para abrillantar la piel, poses ridículas, amor y sexo imposibles, navajas, whisky y dialecto sureño en permanente búsqueda de camorra. Aquí hay también una caótica búsqueda de la identidad y la autoafirmación… en los lugares más equivocados.

Así, los Turnipseed no han venido sólo a ver a su hija en acción, sino principalmente a intentar entender qué hay detrás de su cambio de nombre y de su monstruoso aspecto. Mientras que Shereel-Dorothy busca en su cuerpo esculpido a base de un sacrificio físico inhumano una vía de escape a su familia y predestinado futuro sureño… Crews no trata a sus personajes con cinismo o crueldad, alejándose de autores como Chuck Palahniuk o Donald Ray Pollock, sino con afecto. Parece decirnos que, tras sus obsesiones, miserias y violencia, sólo hay seres humanos, complejos y muy imperfectos, buscando saber qué quieren hacer con sus vidas, qué quieren ser. Como todos nosotros. Por eso se nos hiela la sonrisa cuando leemos el tremendo, inmisericorde final.

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El cantante de góspel, Harry Crews (Acuarela & A.Machado, 2012)

De los cuerpos cincelados en el gimnasio a la parada de los monstruos. Ópera prima de Crews, El cantante de góspel es un sobrecogedor viaje al corazón del mito sureño, transformado en una pesadilla atroz. Bienvenidos al pueblo de Enigma, origen y final de trayecto. El lugar del que quieres huir, olvidar, negar. Pero al que no puedes renunciar.

Exceptuando al personaje de Gerd y a la madre del «Cantante» —reveladora conversación madre-hijo en las páginas 130-131— no hay asideros a los que el lector pueda aferrarse en esta novela, personajes con los que empatizar, o situaciones que nos den un respiro. Sólo una pléyade de seres viles, mezquinos, devotos ignorantes abonados al fanatismo religioso, sin esperanzas ni valor para labrarse un futuro, acostumbrados a sus vidas en una cloaca, esperando un milagro. Y como éste no llega, dispuestos a convertir en su tabla de salvación al joven que gracias a una voz privilegiada hizo fortuna cantando himnos religiosos por toda América. Sin saber que su divinizado cantante, al que otorgan poderes sanadores, tiene los pies tan llenos de barro como ellos.

Hermana de la también indispensable La Biblia de neón de John Kennedy Toole, hay algo temible, malsano pero al mismo tiempo conmovedor, en esta historia de autodestrucción y devastación del ídolo, dos relatos destinados a encontrarse dramáticamente. Uno es el infierno personal de El cantante de góspel, envuelto en una espiral de lujuria, arrogancia, vanidad, pero también manipulación —el siniestro personaje de Didymus, su representante—, penitencia y anhelo de no arrastrar a más gente con él a causa de su abyecto comportamiento —Willalee Bookatee, infortunado personaje secundario a punto de ser linchado tras ser acusado del asesinato y violación de Mary Bell, la desquiciada novia del «Cantante»—. El otro es el de la pequeña población de Enigma, irracional e informe masa decidida a obtener aquello que ansía de su ciudadano más famoso a cualquier precio, y dispuesta a convertirse en turba irrefrenable y vengadora cuando al desvelarse la verdad, sea expuesta su estupidez y sinrazón colectiva. La sanguinaria llamada de la violencia como única respuesta.

No le hacen falta muchas páginas al lector para saber que la novela va acabar muy mal, pero cuando llega el final, el golpe te deja igualmente sin aliento. Desgarradora, enloquecida, enfermiza, visceral… Absoluta y brutal obra maestra que, además cuenta con el bonus del efervescente prólogo firmado por Kiko Amat.

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Una infancia. Biografía de un lugar, Harry Crews (Acuarela & A.Machado, 2014)

Cierro la trilogía Harry Crews con su autobiografía, un artificio literario de primera magnitud donde las vivencias personales se entremezclan con una suerte de filosofía de vida y una brillante exposición, truculentamente mágica, del lugar de donde sale la materia prima que luego transformó en literatura de alto voltaje. Metaficción gótico sureña y fábula turbadora al mismo tiempo, en una obra que además cuenta con las tenebrosas pero bellas ilustraciones de Michael McCurdy.

Si nos centramos en el terreno puramente biográfico, la infancia de Crews en el condado de Bacon, Georgia, fue desoladora. Una vida miserable de penurias económicas, trágicas enfermedades, espantosos accidentes, padres ausentes y experiencias que asustarían a los muertos… Sin embargo, Harry Crews no nos está explicando sus años mozos para que nos compadezcamos de él, o para que así podamos justificar porque sus novelas son tan duras y oscuras. Eso no sería propio de él.

Bien al contrario, lo que el autor nos quiere mostrar es que las historias, la literatura, está ahí, esperando a ser recogida y trasladada al papel. Una infancia es un regreso a un hogar físico del que el autor huyó a los 17 años —pero que, al igual que sus personajes, nunca renunció—, pero también a un lugar formado por historias, donde cada persona tiene algo que contar. El lector se encuentra con un batiburrillo de relatos cruentos: artimañas ilegales, salvajes peleas, animales sobrenaturales y personajes aterradores… Historias que, sumadas, establecen la fisonomía y singularidad de una tierra.

En ese sentido, el libro es un homenaje singular a esas gentes cuya tradición oral, mezcla de anécdotas, vivencias, imaginación y superstición, es su indestructible recurso para no caer en el olvido, para permanecer en la memoria. Como pasaba en Cuerpo y El cantante de góspel, en Una infancia Crews no escribió para juzgar o pontificar sobre lo bueno, lo malo y lo execrable de los seres humanos. Para Crews somos tan hermosos como malditos. Tras la inmundicia puede hallarse la belleza y tras la perfección, la basura. Pero lo que resulta seguro es que siempre hay una historia que merece ser contada. Esperemos que haya muchas más por venir y que Acuarela & A.Machado continúen ampliando la biblioteca Harry Crews en nuestro país.