Seguimos con lecturas musicales apetecibles, a rescatar, aparecidas cuando expiraba el 2021. Como Es una larga historia. Mi vida, las memorias de Willie Nelson publicadas por Neo Person dentro de su esencial colección Neo-Sounds. La autobiografía —escrita en colaboración con el especialista del género David Ritz— de una auténtica leyenda de la música norteamericana. Un icono estadounidense de dilatadísima trayectoria, pese a ello bastante desconocido por estos lares. Mucho más que el «hippie fumeta» del country, siempre con su bandana o sombrero sobre la cabeza.  

Porque, a punto de alcanzar los 90 años, William Hugh Nelson ha vivido mil y una vidas. Nacido en Abbott, Texas, en 1933, es un músico con más de 70 —ahí es nada— discos en su haber. Un actor con más de 40 películas a sus espaldas. Un activista en favor de la legalización de la marihuana y los granjeros de su país, por quienes mantiene el Festival Farm Aid. Homenajeado por el Kennedy Center, miembro del Country Music Hall of Fame y el National Agricultural Hall of Fame. Ganador de una decena de Grammys y el Premio Gershwin —que otorga la Biblioteca del Congreso a una carrera—. Candidato a Nobel de la Paz. Casado cuatro veces. Padre de siete hijos… Es una larga historia, sin duda.

Y lo mejor es que su narrador es capaz de trasladarla al papel sin estridencias épicas o melodramáticas. Porque Willie Nelson —junto a Ritz— cuenta su relato de «un modo tan claro como el cielo de Texas y al mismo ritmo al que la he vivido». Desprejuiciado, socarrón y sin florituras, habla de todo. Su infancia y descubrimiento de su vocación. Los trabajos previos o paralelos a la música, con especial trascendencia de la radio. Su papel central en el surgimiento y éxito del denominado outlaw country y, aún más relevante, su voluntad de no adscribirse a un único estilo. La intensa vida de picaflor y períodos de caos personal. Sus tremendos líos con hacienda… El cine. La acción social. Su peculiar espiritualidad. Y hay mucho más.

Y es que, es posible que al bueno de Willie quizás le guste un pelín demasiado su imagen, quizás algo henchida, o tópica, de rebelde forajido —no creo que sus ex-mujeres lo tengan en tan alta consideración—. Pero Es una larga historia transmite al lector una sensación innegable de autenticidad a lo largo de sus 350 páginas. A veces, esa verdad se plasma en ráfagas acerca de sus relaciones de amistad con Waylon Jennings, Kris Kristofferson, Johnny Cash o Merle Haggard. Con el expresidente Jimmy Carter, o sus actividades filantrópicas. Pero, sobre todo, diría que es su vínculo con la carretera la que se lleva la palma. 

Diría que es esa ansia viajera, esa «Urge for going» —en este caso, hecha efectiva recurrentemente— que cantaba Joni Mitchell, es la que preside estas memorias y explica la irreductibilidad real de Willie Nelson. Reacio a encasillarse a un género —harto reveladora su visión y colisiones continuadas con las discográficas—, aunque sea a costa de cerrarse las puertas de Nashville, o pelearse con Atlantic o Columbia. Contrario, o al menos incapaz, de atarse a un lugar, incluso a alguien, aunque el deseo de volver a casa pese con una gravedad brutal durante toda la obra. 

Es una larga historia desprende un inusual pensamiento positivo —de hecho, un capítulo se titula así—. Afortunadamente, nunca hay tufillo Mr. Wonderful. Ni siquiera en los momentos más bajos de su trayectoria Willie Nelson tiene tiempo para regodearse. No, estamos ante un «culo inquieto» en toda regla. Alguien que puede revisitar el cancionero country de los años 30 en plena segunda década del siglo XXI o involucrarse en pestiños del calibre de los remakes de The Dukes of Hazzard. De verse amenazado por la bancarrota, o la cárcel. De un tipo que querría establecerse en su natal Abbott, pero también en Hawái. Que no tiene reparos en usar su imagen y sus música para influir políticamente en aquello que cree. En definitiva, con mucho que decir y, aún, vivir. 

Entretenidas y ligeras en el mejor de los sentidos —la traducción de Ainhoa Segura Alcalde contribuye a dicha viveza—, Es una larga historia posee, además del propio interés en saber de las peripecias del longevo artista, un valioso añadido. Si, admitamos, como para quien escribe Willie Nelson es un «famoso desconocido» al que cuesta asignarle más que un manojo de temas, estas memorias también brindan la posibilidad de sumergiros en un cancionero desbordante ya no solo del country, sino de la música popular norteamericana. Probablemente esa sea la mejor forma de entender la gigantesca dimensión de este indomable personaje.